Si se repasa la mayor parte de las cabeceras periodísticas y se escuchan la inmensa mayoría de las opiniones televisivas, parece que es obligatorio lamentar sonoramente el resultado de la sesión de investidura que este jueves ha acabado con la segunda derrota de Pedro Sánchez, así como escandalizarse porque los políticos no sean capaces de llegar a acuerdos.
Lo cierto es que no hay nada lamentable en que una coalición social-comunista no haya llegado al poder, apoyada además por los separatistas catalanes, los no menos desleales nacionalistas vascos y los filoterroristas de Bildu como guinda del más nauseabundo de los pasteles.
Y es que, pese al mito difundido con afán por los estatistas de todos los partidos, es muchísimo mejor que no haya gobierno a que haya un gobierno pésimo, como sin duda lo sería cualquiera presidido por Pedro Sánchez y con los sosias políticos de Iglesias sentados en el Consejo de Ministros.
Nuestro propio país pasó casi un año con un gobierno en funciones y otras naciones europeas han atravesado periodos similares o incluso mayores sin que en ningún caso se hayan visto sumidas en el caos. Es cierto que España se encuentra una situación muy compleja con el golpe de Estado en Cataluña, pero incluso teniendo eso en cuenta, ¿alguien cree que un gobierno PSOE-Unidas Podemos apoyado por ERC, PNV y Bildu sería el adecuado para afrontar ese reto?
Por otro lado, los debates de los pasados lunes y martes, la sucesión de desplantes y ataques de antes y después, y hasta el breve enfrentamiento parlamentario de este jueves han dejado muy claro que Sánchez no quería ser investido esta semana o, mejor dicho, que no estaba dispuesto a hacer ni el más mínimo sacrificio político y, probablemente, ni siquiera un excesivo esfuerzo.
Y lo cierto es que la reticencia de Sánchez a tener miembros de Podemos en su gobierno es más que comprensible: los de Iglesias han demostrado ser cualquier cosa menos socios leales, además de desconocer casi por completo la estructura del Gobierno, las funciones de cada ministerio e incluso, como se ha visto este jueves, la administración que controla las competencias de cada cosa.
Ante la certidumbre de que Sánchez va a hacer todo lo posible por no gobernar con Podemos, hay que ir asumiendo que la repetición de elecciones es cada día más probable. En este escenario los tres partidos del centro derecha deberían hacer una reflexión sobre la estrategia que siguieron en los pasados comicios y los resultados que obtuvieron.
El fracaso de esta investidura es un alivio momentáneo, pero los últimos dos años han demostrado sobradamente que Pedro Sánchez no sólo es un rival políticamente muy peligroso, sino que es un gobernante capaz de cualquier cosa y que carece completamente de principios y escrúpulos. España no puede permitirse pasar años con un presidente así y sólo PP, Ciudadanos y Vox pueden evitarlo, pero está claro que haciendo la guerra cada uno por su lado no lo lograrán.