Los obispos catalanes se han dirigido este fin de semana a su grey para animarla a participar en los actos organizados por las fuerzas separatistas con motivo de la Diada, día nacional de Cataluña que jamás debió serlo (los partidos constitucionalistas no deben dejar de abogar por su sustitución por la muy cívica festividad de Sant Jordi). Una vez más, los obispos de Solsona y Gerona, junto con el arzobispo de Barcelona (monseñores Novell, Pardo y Omella, respectivamente), han llevado la voz cantante en la conversión de la Iglesia en Cataluña en caja de resonancia de una ideología cainita, basada en el odio y que está dinamitando la convivencia en el Principado. Todo muy católico.
En sus hojas parroquiales, los tres pelados reivindicaron este domingo el proceso secesionista y llamaron a sus fieles a convertirse el miércoles en vociferante masa antiespañola. El obispo Novell dice rezar a diario por los golpistas presos; el obispo Novell hasta ha tenido la indecencia de utilizar a la Virgen en su infame agitprop radicalmente anticatólico, pues en su día afirmó que, al haber nacido en "un país ocupado y oprimido" y sido "emigrante por motivos políticos", María sabía perfectamente "lo que significan las esteladas". En cuanto al Pardo obispo de Gerona, se ha mostrado partidario de un referéndum de autodeterminación para –ha afirmado, sin vergüenza– "conocer lo que deseamos los ciudadanos", mientras que el arzobispo Omella cree que los despliegues supremacistas propios de la Diada representan "un ideal cristiano más necesario que nunca", porque –miente sin el menor sonrojo– suponen "una invitación a descubrir todo aquello que compartimos y que nos une".
Esto es lo que da de sí la Iglesia católica en Cataluña; una Iglesia que se desangra espiritualmente hablando y, en consecuencia, sin fieles pero implicada de hoz y coz en un movimiento político liberticida que está convirtiendo el Principado en un erial. El clero separatista es una vergüenza para la Iglesia, de cuya vocación universal hace escarnio con su imperdonable apuesta por el sectarismo supremacista, tan corrupto en todos los órdenes.
Ya es hora de que el papa Francisco, tan lenguaraz cuando le interesa, ponga en su sitio a unos personajes que están haciendo un daño tremendo a Cataluña y a la propia Iglesia, donde tan altas responsabilidades detentan.