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EDITORIAL

Los golpistas, fuera de las instituciones

Los separatistas confían en el agotamiento de los defensores del Estado de derecho para avanzar en sus objetivos liberticidas.

Más de dos meses después de las últimas elecciones regionales catalanas, las fuerzas separatistas siguen insistiendo en su venenosa desestabilización, que condujo a Cataluña a una crisis formidable con la intentona golpista en forma de pseudorreferéndum del pasado 1 de octubre. En las negociaciones para formar un nuevo Gobierno regional, bochornosa ópera bufa con escenarios en el Parlamento catalán, la prisión de Estremera y la mansión de Waterloo donde mora el cobarde Carles Puigdemont, ha quedado acreditado que la agitación golpista será de nuevo el único programa de las fuerzas separatistas, que andan buscando la manera de volver a asaltar las instituciones y el Estado de Derecho.

Al parecer, Puigdemont y sus detestados socios de ERC tratan de dar de una vez inicio a la legislatura, con vistas a lo cual el cobarde prófugo ha designado al preso Jordi Sánchez como su candidato-esbirro a la Presidencia de la Generalidad. La endeblez del acuerdo entre Puigdemont y la banda de Oriol Junqueras se puso de manifiesto a las primeras de cambio, cuando la batasunoide CUP rechazó la componenda de una bicefalia con un fantasmagórico presidente en Bruselas y otro encarcelado en España pero detentando la Presidencia nominal de la Generalidad.

Todo es una burda farsa para seguir alimentando la tensión antiespañola y tratar de obtener réditos en la escena internacional, principal punto de acuerdo entre los separatistas. De ahí surge precisamente ese estrambótico Consejo de la República que, presidido por Puigdemont, permitiría al cobarde prófugo seguir dirigiendo entre bambalinas la rebelión separatista. Y es que los pedecatos, ERC y la CUP están dispuestos a cualquier cosa menos a forjar un pacto de legislatura que devuelva el Principado a la normalidad y se traduzca en la conformación de un Gobierno que se ocupe de los muy graves problemas que aquejan a Cataluña, gran parte de los cuales son consecuencia de o se han agravado con el desafío golpista de estos fanáticos.

Los separatistas confían en el agotamiento de los defensores del Estado de derecho para avanzar en sus objetivos liberticidas. Por eso es crucial desalojarlos de las instituciones, a las que están infligiendo un daño tremendo, y mantener la presión social con, por ejemplo, movilizaciones ejemplares como la que ha tenido lugar este domingo en Barcelona, corazón de Tabarnia.

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