Es lógico que cunda la inquietud en el seno del PSOE a raíz de las encuestas que se vienen haciendo públicas durante las últimas semanas: la subida, moderada pero sostenida en el tiempo, que le fueron pronosticando todos los sondeos hasta la convocatoria electoral ha pasado a convertirse en estancamiento y en una paulatina pérdida de representación parlamentaria. Tan es así que los sondeos que maneja el propio PSOE le pronostican que obtendrá menos escaños que los que consiguió en las elecciones de abril.
A la vista de todas estas encuestas, parece que muchas cosas van a cambiar tras el 10-N. Así, hay un acuerdo bastante generalizado en que el PP va a salir claramente victorioso en su pugna con Cs por el liderazgo del centroderecha; en que Vox, lejos de perder representación parlamentaria, la mejoraría hasta el punto de convertirse en la tercera fuerza política del país, y en que el partido de Íñigo Errejón obtendría una representación lo suficientemente significativa como para hacer desaparecer los sueños de mejoría del PSOE y contribuir a la pérdida de escaños de Podemos.
Con todo, hay algo que no cambia con respecto a abril: parece que el PSOE volverá a ser el partido más votado, mientras que PP, Vox y Ciudadanos seguirán sin poder sumar los suficientes escaños para poder desbancarlo.
Aunque obviamente es posible que también esto cambie en la campaña electoral, todo parece apuntar que las elecciones del 10-N van a arrojar un panorama parlamentario semejante al de abril: si los partidos ubicados a su derecha no dejan a Pedro Sánchez ser investido presidente, este sólo podrá serlo con el apoyo de la extrema izquierda podemita y de los separatistas. Eso, o la convocatoria de unas terceras elecciones.
Ante este persistente y deplorable panorama, podría tener cierto sentido la reflexión que ha hecho el líder de Cs, Albert Rivera, en los micrófonos de esRadio sobre la necesidad de que PSOE, PP y Ciudadanos alcanzasen un pacto de gobierno, para evitar que los nacionalistas tengan la llave de la gobernabilidad. Aunque esa podría ser, en función de su alcance, una solución, no es necesariamente la única y ni siquiera tiene por qué ser la mejor. A este respecto, hay que ser consciente de que una cosa es dejar que Sánchez llegue al Gobierno y otra, tener que participar en su Gobierno. De hecho, para dejar inutilizada la llave de la gobernabilidad que le ofrecen separatistas y podemitas, bastaría con que PP y Ciudadanos le dejasen, simplemente, la puerta abierta de la Moncloa. Esto es de hecho lo único que hicieron en su día los socialistas en favor de la investidura de Rajoy, tras apartar a Pedro Sánchez y su "no es no" para desatascar la situación política.
Habrá para ver cuál es el veredicto de las urnas; pero, si el 11-N persiste el atasco parlamentario, habrá que pensar distinto a como se viene haciendo si se quieren evitar unas nuevas elecciones.