Una cosa es que el calamitoso Gobierno de Pedro Sánchez no haya tenido más remedio que incluir la actividad de los medios como uno de los "servicios esenciales" a los que no afecta su más que discutible, por draconiano y empobrecedor, endurecimiento de la regulación del estado de alarma, y otra muy distinta que se dedique, tal y como se temía Vox, a subvencionar a determinados emporios afines, que –no hay más que asomarse a la mayoría de las televisiones en abierto– se están caracterizando por la contención de su cobertura sobre el brutal impacto del coronavirus y por su escandalosa ausencia de crítica a la manera en que el Ejecutivo está afrontando la pandemia.
Ese periodismo entendido como servil correa de transmisión copa las parrillas de Atresmedia y Mediaset, que, a pesar de sus multimillonarias ganancias en 2019, van a ser los principales destinatarios de los más de 15 millones de euros en subvenciones para las televisiones en abierto que contempla el borrador del decreto-ley de medidas económicas complementarias para paliar los efectos del Covid-19.
Ya resultó bochornosa la forma en que las cadenas del duopolio alentaron en su día las imperdonables manifestaciones feministas del pasado día 8. Con todo, aún más deplorable resulta la forma en que desde entonces vienen informando del impacto del Covid-8M. Así, en lugar de fijar la atención en el dato más fiable, el número de fallecidos por la epidemia, inciden en uno tan engañoso como el del número de contagiados, imposible de conocer por la sencilla razón de que España es uno de los países en donde menos pruebas y tests se están haciendo.
Estas televisiones, algunas de las cuales exigieron al Gobierno del PP dimisiones a causa de la crisis del ébola –en la que falleció una persona y se sacrificó a un perro–, con más de 8.200 muertos a causa del coronavirus se dedican a cacarear la consigna gubernamental de que "estamos más cerca del pico de contagios", al tiempo que dejan en segundo plano hechos tan dramáticamente elocuentes como el de que España ya es, en términos relativos a su población, el país con el mayor número de fallecidos del mundo (dejando siempre al margen a la intoxicadora y manipuladora China comunista, gran responsable de la pandemia, cuyos datos no hay manera de contrastar) y el que presenta un mayor número de contagios entre el personal sanitario. Sin poder conocer el dato real de contagiados es absurdo hablar de "estabilización en el ritmo de contagios", y más ridículo todavía es decir que estamos "más cerca del pico", aseveración tan exacta como estúpida, por cuanto es imposible violar las leyes de la física que nos impiden viajar hacia atrás en el tiempo.
España sufre una de sus peores crisis socio-sanitarias con un Gobierno tan sectario como incompetente, copado por comunistas implacables que pretenden aprovechar la funesta ocasión para perpetrar un cambio de régimen. Y los grandes emporios mediáticos, en lugar de cumplir con la función reservada a la Prensa en las sociedades libres, fiscalizar al Poder, con gusto se dejan comprar y devienen maquinarias de agitación y propaganda gubernamentales. Cada vez cobran más relevancia las claras advertencias de Cayetana Álvarez de Toledo sobre las cadenas que hacen "negocio con la erosión de la democracia". Si no se le planta cara, el Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, socorrido por sus medios subvencionados, puede acabar implantando en la España devastada por el coronavirus una suerte de distópica dictadura perfecta.