Al líder del PSC, Miquel Iceta, no se le ha ocurrido mejor forma de iniciar su campaña electoral que reincidir, una vez más, en los graves errores que, desde hace décadas, comete el Gobierno central con el nacionalismo, como si la concesión de nuevas prebendas financieras y privilegios fiscales fuesen a contentar a las fuerzas separatistas que protagonizaron el reciente golpe de estado en Cataluña. Así, ni la aplicación de una quita sobre la deuda catalana ni la creación de una Agencia Tributaria propia, capaz de recaudar y gestionar todos los impuestos que se generan en dicha región, lograrán aplacar la sinrazón de los separatistas, tal y como, ilusoriamente, piensan Iceta y Pedro Sánchez, pero lo peor es que sus propuestas serían nefastas desde el punto de vista económico.
El primer error de Iceta consiste en intentar premiar a Cataluña, a pesar de que esta región, junto a Andalucía, ya está favorecida por el actual modelo de financiación en comparación con otras autonomías, en lugar de incidir en la necesidad de cumplir la ley y respetar la Constitución frente a quienes quieren vulnerar el estado de derecho y fracturar la sociedad en dos. Además, su discurso peca del mismo supremacismo que blanden los independentistas, ya que, en el fondo, lo que propone el PSC no es más que conceder nuevas regalías a Cataluña por el hecho de ser Cataluña, como si esta región fuese superior al resto y, por tanto, mereciera algo más para poder diferenciarse.
Pero es que, además, con independencia de la errónea e injusta motivación que subyace bajo su discurso, tanto el perdón de la deuda autonómica como la creación de una especie de tercer fuero en Cataluña constituyen pésimas ideas. La quita que propone Iceta, al igual que otros barones regionales, incidiría aún más en los perversos incentivos que padece el actual modelo de financiación, puesto que supondría un colosal premio para las comunidades más despilfarradoras y manirrotas, animando con ello a la comisión de nuevas irresponsabilidades y excesos en materia de gasto. Asimismo, resulta profundamente injusto que el conjunto de los contribuyentes tenga que hacerse cargo de las elevadas deudas contraídas por ciertas regiones, evitando así que cada Administración y sus correspondientes dirigentes políticos asuman el coste de sus propios errores. Lo cierto es que el Gobierno del PP nunca debería haber acudido al rescate de las CCAA, pero, una vez efectuado, sería inaceptable una condonación de estas características, ni para Cataluña en particular ni para el resto de regiones auxiliadas por el Estado.
Por otro lado, la propuesta fiscal de Iceta consiste, simplemente, en romper el actual régimen autonómico para privilegiar a una comunidad frente al resto, lo cual no solo es ilegal, sino que haría inviable el actual modelo de financiación, puesto que el peso de la solidaridad interterritorial pasaría a recaer, casi exclusivamente, sobre Madrid.
Las ocurrencias económicas de Iceta combinan, pues, lo peor de dos mundos: el vergonzoso supremacismo nacionalista y la desastrosa ignorancia económica del socialismo.