Pedro Sánchez planteó su moción de censura a Mariano Rajoy para –dijo–encabezar un Gobierno de transición y convocar elecciones en el menor tiempo posible. Las promesas de los socialistas al resto de los diputados para obtener su confianza y hacer a Sánchez presidente incluían expresamente la obligación de llamar a las urnas "en un plazo corto", tal y como confirmó la hoy vicepresidenta, Carmen Calvo. Pues bien, la propia Calvo se ha encargado de despejar cualquier duda al rechazar de plano la convocatoria de elecciones anticipadas, pues, a su estupefaciente juicio, "no les convienen a los ciudadanos y ciudadanas (sic)".
Según este Gobierno, lo que le conviene a la ciudadanía es que se falsifique la Historia para fabricar odios cainitas, se cruja a los contribuyentes, se desboque el déficit público y se permita a los catalanes golpistas seguir atentando contra las libertades de todos. Y, por supuesto, lo que le conviene a la ciudadanía es que se la gobierne a golpe de decreto, a pesar de que una de las razones que esgrimió Sánchez para presentar la moción de censura contra Rajoy era que éste dialogaba poco en el Parlamento.
La estrategia de los socialistas refleja perfectamente el desdén con que la izquierda trata a los votantes, convertidos en mera carne de cañón para alcanzar y detentar el poder. Por eso cabe decir lo mismo de Podemos, que reclama para sí la representación exclusiva de un Pueblo al que desprecia cordialmente porque sabe que, con muy poderosas razones, jamás le confiará el poder.
Esto no es más que un clamoroso caso de despotismo por parte del socialismo menos ilustrado que imaginarse quepa. Las urnas son para esta izquierda ignara y siniestra un estorbo para sus planes liberticidas, y una amenaza directa para tanto bueno para nada que necesita parasitar el Presupuesto para seguir dándose la gran vida a costa de los esquilmados contribuyentes.