Que la vicepresidenta Carmen Calvo no tiene un conocimiento profundo de la mayor parte de los asuntos de los que habla es algo sobradamente conocido desde su anterior etapa en el Gobierno, cuando dejó claro que ha sido el titular de Cultura más inculto de la democracia, con unas salidas de tono que causaban tanta hilaridad como bochorno. Como ahora tiene más poder pero aún menos pudor, Calvo sigue exhibiendo su abisal ignorancia, que se torna especialmente escandalosa cuando anda de por medio el Derecho constitucional, materia de la que es, supuestamente, catedrática.
La teorización que evacuó este miércoles sobre la finalidad de los indultos para justificar la claudicación de su Gobierno ante los sediciosos presos por el golpe del otoño de 2017 es un perfecto ejemplo de esa pavorosa falta de conocimientos y decoro, combinada con una osadía estupefaciente.
Frente a lo que dice la ignara catedrática, los indultos no son un mecanismo para que el Poder Ejecutivo "equilibre" y "contrapese" al Judicial. De hecho, la arquitectura de una democracia digna de tal nombre está concebida al revés: lo que se necesita en tantas ocasiones es, precisamente, que otras instancias de poder impidan que el Ejecutivo se torne despótico, arbitrario y omnipotente.
Por otro lado, pese a que, desde la realidad paralela en que parece vivir, la vicepresidenta diga lo contrario, nadie discute que los indultos están recogidos en la Constitución y que pueden ser pertinentes en algunas circunstancias; lo que se discute es que se otorguen como parte de una negociación política y en casos en los que se incumplen de forma grosera los requisitos establecidos por la Ley.
En su atrevimiento e ignorancia, prácticamente cada vez que da explicaciones Calvo se convierte en mortificante prueba de que este Gobierno perturba gravemente el funcionamiento de las instituciones y retuerce cualquier mecanismo democrático hasta convertirlo en una maniobra de cariz totalitario.