El corto mandato de Pedro Sánchez al frente del Gobierno de España se ha caracterizado por una utilización indiscriminada de los medios públicos con fines particulares. Así ha ocurrido con el uso abusivo del avión oficial para acudir a acontecimientos privados o con la colocación masiva de amigos y familiares en cargos públicos dotados de elevadas remuneraciones y no pocas prebendas.
Pero estas anécdotas propias de un personaje mediocre han mutado en una campaña de desprestigio del rival político tras el anuncio del adelanto de las elecciones generales. Las peticiones de Moncloa a los ministerios para proporcionar munición política contra los partidos de la oposición ("principalmente contra el PP") o la emisión de reportajes en la Televisión Española en los que se insulta y denigra al líder de la oposición, son dos claros ejemplos de la manera en que los socialistas entienden la debida neutralidad política de las instituciones públicas, especialmente en precampaña electoral.
A ese juego sucio contra el adversario hay que sumar las delirantes encuestas perpetradas por el CIS desde que el socialista José Félix Tezanos ocupó por designación de Sánchez la presidencia del instituto, que han arramblado de un plumazo con el prestigio que todavía mantenía la principal institución pública dedicada a la demoscopia.
Solo desde una ausencia total de escrúpulos y de respeto al leal juego democrático pueden entenderse estas últimas decisiones de Sánchez, que sumen a su Gobierno en un desprestigio aún mayor del que ya acarreaba tras sus constantes humillaciones ante los golpistas catalanes.
El Partido Popular acierta al exigir el cese de los colaboradores de Sánchez directamente implicados en estos escándalos, que ponen en cuestión la limpieza de unas elecciones a las que el partido del Gobierno pretende acudir con las cartas marcadas.
Sánchez recupera para el Gobierno de España lo peor del socialismo, que confunde interesadamente al partido con la Administración, a la que pone a su servicio exclusivo con el dinero de todos los contribuyentes. Así ha actuado siempre el socialismo andaluz, el más corrupto y totalitario del continente europeo, y el modelo que Sánchez quiere imponer en el resto de España si las elecciones del próximo 28 de abril le permiten seguir en La Moncloa.