El próximo 4 de mayo tendrá lugar en Madrid una batalla de enorme trascendencia entre las fuerzas de izquierda y derecha, que cifran en las elecciones autonómicas madrileñas sus esperanzas de afrontar con éxito la recomposición a corto plazo del mapa político nacional.
En las urnas madrileñas, en efecto, se va a dirimir la primacía de los dos proyectos políticos que, con escasos matices, concurren a estas elecciones. Por un lado, el socialcomunista liderado por Sánchez e Iglesias, que basa su oferta en un intervencionismo atroz y masivas subidas de impuestos y, por otro, la apuesta de la derecha liberal-conservadora por una fiscalidad reducida que permita abrir nuevos y mayores espacios de libertad a individuos, familias y empresas.
Pero en las próximas elecciones madrileñas no se decide únicamente sobre cuestiones de política económica y social, sino también de la posibilidad de que la izquierda liderada ideológicamente por Podemos instaure un nuevo régimen liberticida al estilo del chavismo, en cuyas zahúrdas se han formado todos sus dirigentes.
El propio Iglesias deja meridianamente claras sus aspiraciones caudillistas una y otra vez, aunque la prensa servil prefiera seguir tratándolo como un estadista en ciernes homologable a cualquier político socialdemócrata. Todo lo contrario. El líder bolivariano, consciente de que su movimiento hace aguas por todas partes, ya no disimula sus rasgos de dictadorzuelo caribeño y anuncia como principal medida de Gobierno meter a la candidata del primer partido de Madrid en prisión. La amenaza es inaceptable, pero nada gratuita tratándose de un energúmeno al servicio de un régimen que, en efecto, encarcela a los disidentes cuando no puede asesinarlos.
Frente a esa izquierda cerril con aspiraciones totalitarias, la estrategia para estas elecciones autonómicas de Partido Popular y VOX, las únicas fuerzas liberal-conservadoras tras la rendición sanchista de Ciudadanos, está siendo ejemplar. Tanto Díaz Ayuso como Abascal han renunciado expresamente a lanzarse ataques durante la campaña madrileña, un gesto de altura del que debería tomar buena nota el equipo de Pablo Casado, empeñado una y otra vez en hacer daño a VOX en lugar de forjar una alianza de intereses con la formación conservadora para expulsar a Sánchez del poder.
En Madrid, ambos partidos han entendido muy bien el mensaje de sus votantes. Al margen de cuál sea el reparto final de votos, es evidente que se trata de la única estrategia leal y efectiva frente a una izquierda radical que pretende acabar con nuestro régimen de libertades.