España sufre la peor crisis económica de la OCDE. España padece uno de los peores impactos sanitarios por número de contagiados y fallecidos por el covid-19. Nuestra nación sufre, además, un desafío a su Estado de Derecho y a su modelo de democracia liberal como no padece ningún otro país occidental: por un lado, la permanente tentativa golpista secesionista en Cataluña y, por otro, el totalitario intento del propio Gobierno social-comunista de designar a los miembros de la cúpula del Poder Judicial.
Ante este desolador panorama, la mejor descripción de la moción de censura contra el Gobierno presentada por Vox, que comienza a debatirse este miércoles en el Congreso, la hizo, paradójicamente, hace cerca de tres meses el presidente del PP, Pablo Casado, al decir de ella, de forma despectiva, que se trataba de una simple “bengala”. Pues bien: cuando un barco se hunde, como se está hundiendo nuestra nación, es un deber lanzar bengalas, bengalas que iluminen tanto la situación por la que atraviesa el país como una forma de afrontarla distinta a la que está llevando a cabo un Ejecutivo cuyas pulsiones totalitarias sólo pueden equipararse a su incompetencia.
Y es que la moción de censura contra Sánchez, que durante meses Vox ha ofrecido al PP negociar e incluso liderar, no pretende ni ha pretendido nunca ser la forma de desbancar inmediata y parlamentariamente al Gobierno social-comunista, algo que no sería posible aritméticamente aun cuando la secundaran todas las formaciones constitucionalistas ubicadas a la derecha del PSOE. Se trata, por el contrario, de la toma de conciencia por parte de Vox de que la política, en un régimen democrático y de opinión pública, no es meramente un ejercicio de matemáticas o de un tiempo de espera entre votación y votación en las urnas, sino un ejercicio de pedagogía y de comunicación que ilumine la critica situación del país y la decisiva responsabilidad que tienen en ella quienes ocupan el Gobierno. Esta moción de censura de Vox, como las que presentaron el PSOE o el PP en el pasado, no tiene, pues, por objetivo la recolección inmediata sino la siembra de un futuro cambio de Gobierno que se pretende adelantar a fechas lo más próximas posibles.
Y es que la razón que ha dado el presidente del PP, supuesto líder de la oposición al Gobierno de Sánchez, para justificar su negativa a liderar o participar en esta moción de censura, consistente en que no iba a ser en ningún caso aprobada, es tan obvia como políticamente estúpida. Naturalmente que la aritmética parlamentaria no va a permitir que esa moción prospere –como, por cierto, tampoco ha permitido ni permitirá que prosperen la mociones de reprobación de los ministros o cualquier otra iniciativa presentada o por presentar por el PP–, pero esa aritmética no va a poder evitar que durante la tramitación de la misma pueda oírse el SOS de una España que no se resigna ante una trágica situación que los medios de comunicación –mayoritariamente afines al Gobierno– tratan de edulcorar.
Así las cosas, la irresponsable y timorata negativa del PP a liderar o respaldar esta moción de censura va a hacer que esta encomiable iniciativa de Vox ilumine no sólo la situación del país, la incompetencia y las pulsiones totalitarias del Gobierno, y la condición golpista y secesionista de quienes apoyan a Sánchez, sino algo que no tenía como objetivo alumbrar esta moción y que, lógicamente, no es culpa de Vox; a saber: la falta de nervio y pulso político de un PP acomodaticio que nos retrotrae a los funestos tiempos de Rajoy. Pero, en fin, también esto forma parte, desgraciadamente, de la realidad; por lo que, aunque sea de forma involuntaria, también es bueno que la bengala de Vox lo ilumine.