El Partido Popular en el País Vasco se ha convertido en el principal ariete de la Dirección Nacional para fustigar a los afiliados que les dan la espalda, insultar a las formaciones de nuevo cuño que amenazan con tomarles grandes bolsas de votos y ejercer de centristas entre un mar de fanáticos, de hacer caso a las soflamas de sus dirigentes.
Es lógico que un partido con una trayectoria electoral reciente tan calamitosa como el PP vasco intente por todos los medios mejorar sus expectativas, bastante más preocupantes de lo que sus rectores quieren admitir. Lo que resulta inaceptable es que esta estrategia de supervivencia incluya ensañarse con el disidente utilizando argumentos que hasta hace poco eran patrimonio exclusivo de los proetarras.
El caso del alcalde de Vitoria es paradigmático de esta manera de actuar: sus palabras denigratorias hacia los futuros votantes de Vox no han podido ser más lamentables. En una entrevista a un diario regional, Javier Maroto ha afirmado que para él es "un alivio" que "los herederos de Blas Piñar digan que ahora son de Vox", algo que a su juicio resulta bastante "sintomático". Ni siquiera cabe otorgarle el don de la originalidad, porque lo de motejar de fascista o ultraderechista a cualquier partido que defienda un ideario liberal-conservador es algo que hacen la izquierda política y la mediática sin necesidad de que un edil voluntarioso insista en la mamarrachada intentando hacer méritos ante los jefes de su partido.
Pero las palabras de Maroto encierran una gravedad añadida, porque precisamente el argumento utilizado para atacar al partido creado por su excompañero Santiago Abascal es el que tradicionalmente ha empleado la izquierda batasuna para señalar a los "enemigos del pueblo vasco" que había que neutralizar de una u otra manera. A Santiago Abascal no es la primera vez que en el País Vasco lo llaman heredero del franquismo, pero sí la primera que lo hacen desde el partido al que sirvió con lealtad durante tantos y tan peligrosos años y en el que aún milita su padre.
Ya pueden los dirigentes populares vascos rasgarse las vestiduras ante cualquier alusión a su abandono de los principios y valores que siempre ha defendido el PP, porque lo cierto es que su actitud, amparando al Gobierno en su denigrante política antiterrorista y contemporizando con los proetarras de Bildu, suponen un cambio tremendo que ahora sus responsables quieren disimular a base de insultar a los que ponen de manifiesto semejante obviedad.
Javier Maroto injuria a los votantes de Vox mientras la dirigente proetarra Laura Mintegi defiende al PP vasco. Esa es la esencia de la nueva política pop que Quiroga, Oyarzabal, Sémper y Maroto han decidido llevar adelante, con pleno apoyo de Rajoy. No debería molestarles que otros partidos surgidos al socaire de su traición pretendan enarbolar los principios que ellos han pisoteado.