Se supone que las tradicionales cabalgatas de Reyes, que conmemoran el viaje que, según los Evangelios, realizaron unos magos siguiendo una brillante estrella para llevar regalos al Niño Jesús, constituyen un espectáculo especialmente pensado para una infancia expectante y ardorosa por recibir sus propios regalos navideños. Con todo, está visto que muchos políticos están empecinados en corromper estos desfiles tan entrañables y convertirlos en una herramienta de adoctrinamiento ideológico para el lavado de cerebro de los más pequeños. Buen ejemplo de ello lo tenemos en la campaña Recibamos a la cabalgata de Reyes de amarillo, que la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural han lanzado por las redes sociales para que se acuda a ver a Melchor, Gaspar y Baltasar con vestimenta de ese color en señal de solidaridad con los líderes del golpe de Estado separatista que están en prisión provisional, acusados de desobediencia, prevaricación y sedición.
No menos repugnante y bochornosa utilización de esta fiesta infantil de raigambre católica viene haciendo el Ayuntamiento de Madrid desde que está en manos de la comunista Manuela Carmena y su deleznable e incompetente equipo de fanáticos. Esta vez se trata de adoctrinar en la tremendamente liberticida ideología de género. Así, una carroza con la bandera arcoíris llevará a bordo a la drag queen La Prohibida, la cabaretera Roma Calderón y la hiphopera Dnoé Lamiss, que harán las veces de reinas magas en la comitiva que acompañará a Sus Majestades de Oriente en la cabalgata del distrito de Puente de Vallecas.
Semejante espectáculo, más propio de un desfile del Orgullo Gay que de una cabalgata de Reyes, ha tenido el lamentable respaldo del PSOE, que, por voz de Carla Antonelli, ha considerado que la carroza de marras constituye "una representación más de la diversidad madrileña" y algo que "ayuda a visibilizar (sic) a los niños trans y LGTBI".
La presencia de una drag queen en una cabalgata de Reyes es tan impropia como lo sería la presencia de unos niños cantando villancicos en un cabaret o la presencia de Darth Vader u otros personajes de Star Wars en una procesión de Semana Santa. Pero la impropiedad no es lo más grave aquí, sino la aberrante manía de politizar todo con los cada vez más insoportables mantras del buenismo estupendista. El adoctrinamiento disfrazado de festivo compadreo es especialmente repugnante, sobre todo cuando tiene por objetivo a los que menos pueden hacerle frente, los menores de edad.
Por supuesto, no es casualidad que usen y abusen de estas prácticas infames el nacionalismo y el socialismo, grandes artífices del totalitarismo del siglo XX.