Resulta muy significativo que las más rotundas críticas y las más claras condenas de los bochornosos escraches domiciliarios sufridos por el socialista José Luis Ábalos y el comunista Pablo Iglesias hayan procedido de dirigentes de la oposición tales como Pablo Casado, Iván Espinosa de los Monteros y Cayetana Álvarez de Toledo. Y es que tal es el apego de buena parte de la izquierda hacia esta inadmisible, incívica y antidemocrática intimidación del adversario político que parece que le cuesta condenarla hasta cuando son miembros de sus propias filas los que la padecen. Así se explica la evasiva respuesta que Carmen Calvo ha dado en el Congreso a la pregunta de Álvarez de Toledo respecto a si condenaba o no el escrache sufrido por Iglesias; o que el propio caudillo comunista, más que condenar el acoso y los insultos padecidos, haya aprovechado la ocasión para amenazar o cuanto menos legitimar los escraches que pudieran sufrir Santiago Abascal, Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso e incluso algunos periodistas.
El ultra Pablo Iglesias ha legitimado –cuando no ha alentado o incluso organizado– escraches más virulentos que los que él ha sufrido ahora; los tenía por "jarabe democrático". Recuérdese los que padecieron la ex vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría en su domicilio y la ex líder de UPyD Rosa Díez en la Universidad Complutense, organizado por el propio Iglesias en su condición de profesor indeseable. Estas prácticas liberticidas, tan propias del mundo ultraizquierdista, siempre han contado con el apoyo del dirigente de Podemos; y de hecho esa es la razón, tal y como acertadamente ha señalado Álvarez de Toledo, de que Carmen Calvo se haya salido por la tangente cuando se le ha preguntado al respecto de lo que le ha sucedido a Iglesias.
El hecho de que Iglesias, tras amenazar con escraches a los dirigentes de la oposición, afirmara estar dispuesto a "aguantar lo que venga sin ningún problema, que para eso estamos en política", prueba hasta qué punto el caudillo comunista ve "normal" estas prácticas, por mucho que, obviamente, las considere negativas cuando es él el que las sufre. La única diferencia es que él sigue promoviendo ese matonismo del que siempre ha hecho gala; solo que ahora lo hace desde el Poder, lo cual es mucho más grave y, por otra parte, dice mucho de su inmunda cobardía, por cuanto las medidas de protección con que cuenta un vicepresidente del Gobierno no son las mismas que las que él mismo pondría a disposición de sus rivales políticos, a los que no considera tales sino enemigos, por supuesto escrachables.
El execrable oportunista Iglesias, escrachador escrachado, pretende ahora que las bochornosas escenas registradas ante su domicilio y ante el de Ábalos deslegitimen la justificadísima protesta callejera y parlamentaria contra un Ejecutivo cuya incompetencia y pulsión totalitaria ha llevado a España al mayor caos sanitario, político, económico y social de su historia reciente. Qué responsabilidad tremenda tiene Pedro Sánchez por haberse puesto en manos de semejante indeseable.