Una de las muchas cosas que nos ha demostrado el proceso secesionista catalán inaugurado en 2012 es hasta qué punto el nacionalismo ha sabido moldear durante años a los mossos d´Esquadra como una auténtica policía política a su servicio. La lealtad y connivencia de los mandos y muchos de sus agentes para con sus superiores políticos llegó a ser en los últimos años tan decidida que no sólo se negaron a obedecer las órdenes de jueces y fiscales de impedir el referéndum ilegal del 1 de octubre, sino que trataron incluso de destruir, posteriormente, una serie de documentos que acreditaban tanto esa desobediencia como el espionaje y la falta de colaboración que brindaron a las fuerzas de seguridad del Estado.
Esa fidelidad y esa connivencia de los mossos a la causa secesionista de sus jefes políticos, tan esencial además para su propia promoción profesional dentro del cuerpo, se ha mantenido aun después de que los golpistas perpetraran su sedición y los jueces ordenaran la detención y juicio de sus cabecillas, entre ellos el destituido mayor del cuerpo policial José Luis Trapero. Así lo ilustró el surrealista hecho de que algunos agentes del cuerpo autonómico se turnaran en labores de escolta del fugado golpista y ex presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, o la lamentable renuencia o pasividad de un importante sector de la policía autonómica a la hora de sofocar las vergonzosas e ilegales protestas que ahora está causando en Cataluña la detención del prófugo.
Resulta obvio, en cualquier caso, que la profunda depuración que requiere no sólo la cúpula policial del cuerpo autonómico, muchos de cuyos agentes han mantenido su fidelidad al nacionalismo incluso cuando este ha incurrido en la más abierta y desafiante ilegalidad, no se logra con la convocatoria de unas elecciones o con la única destitución de Trapero. Si temerario fue mantener un cuerpo de 17.000 agentes armados a las órdenes de unos golpistas que en ningún momento ocultaron su intención de perpetrar una nueva consulta secesionista tras la que declararían la independencia de Cataluña, no menos temerario fue recurrir al articulo 155 de la Constitución, una vez consumado el delito, para convocar unas elecciones que tan previsiblemente iban a ganar las mismas formaciones secesionistas que apoyaron el ilegal "procés" del que todavía no se han retractado.
Si, al menos, tan irresponsable y prematuro restablecimiento de la administración autonómica en Cataluña, administración que todavía sigue en rebeldía, se hubiera acompañado con una suspensión parcial de algunas de sus competencias –como son los tanta veces mentados medios de comunicación autonómicos- , la educación o la disolución de este putrefacto y corrompido cuerpo policial, aun habría cierta esperanza de ver por fin sofocada la inadmisible y liberticida "independencia de facto" que durante tantos años ha gozado y sigue gozando la Cataluña nacionalista.
La ridícula aplicación del articulo 155 llevada a cabo parece, sin embargo, que se contenta con que esa tolerada independencia de facto no degenere nuevamente en un república independiente de iure como a la que todavía no renuncian las formaciones secesionistas que conformarán, dentro de escasa semanas o de escasos meses, el nuevo gobierno regional de Cataluña.
Así las cosas, y aun cuando los 17.000 mossos d´Esquadra fueran los más escrupulosos defensores de nuestra Carta Magna, cosa que reiteradamente han demostrado que no son, sería demencial volverlos a dejar a las órdenes de un gobierno presidido por un continuador de un Artur Mas o de un Carles Puigdemont.