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EDITORIAL

¿Hacia unas nuevas elecciones generales?

Por mantenerse en el cargo, Rajoy está dispuesto a volver a apelar al voto del miedo –o al del aburrimiento– en unos comicios anticipados.

Dadas las reacciones de los diferentes líderes políticos ante los resultados electorales del 20-D, va a ser muy difícil, por no decir imposible, evitar la convocatoria de unas nuevas elecciones generales. Ya podrá el presidente del Gobierno en funciones afirmar que "el PP ha ganado y el mandato democrático exige que lidere la formación de un Gobierno", pero mientras el PSOE mantenga su firme oposición a la investidura de Rajoy, la formación de un nuevo Gobierno del PP resultará imposible.

En este sentido, una cosa es que el partido de Pedro Sánchez no se disponga a formar un "Gobierno pastiche" con Podemos y los separatistas, algo a lo que ya se han opuesto muchos y destacados barones socialistas, y otra, muy distinta, que los socialistas vayan a favorecer, con su abstención, la investidura de Rajoy el "indecente" –Pedro Sanchez dixit.

Así las cosas, lo más razonable sería que Mariano Rajoy, máximo responsable de que su partido, tras perder sesenta y tres escaños, haya obtenido los peores resultados electorales desde 1989, diera un paso atrás y convocara con urgencia un "congreso abierto", tal y como le ha solicitado el expresidente Aznar, para que fuera otro miembro de su partido el que tratara de recuperar el electorado perdido en una nueva e inevitable convocatoria electoral.

Está visto, sin embargo, que el empecinamiento de Rajoy por supeditar el bien del partido y del Gobierno a su persona se mantiene intacto: según él mismo ha anunciado este lunes, hasta que no conforme un nuevo Gobierno, el PP no celebrará el congreso que tenía previsto celebrar en enero, al que piensa presentarse, y que será tan falsamente abierto "como los anteriores". Con este numantinismo, lo que Rajoy pretende es lograr que el PSOE pase de oponerse a abstenerse en la sesión de investidura, tal y como ha pedido la formación de Albert Rivera, pues es la única posibilidad de un Gobierno en minoría del PP; o, en su defecto, convocar nuevas elecciones con la esperanza de que el electorado que ha votado a Ciudadanos no tenga más remedio que volver al PP ante la amenaza de un Gobierno comandado por Podemos.

Lo que resulta, en cualquier caso, evidente es el error –especialmente decepcionante en el caso de Ciudadanos– de orillar en la contienda electoral la grave crisis nacional que padece España por culpa de los separatistas, problema que la irrupción de Podemos viene a acentuar enormemente. Podemos no sólo era un peligro para la democracia por su mal disimulado radicalismo de izquierdas, lo era también –y a diferencia de Syriza en Grecia– por su clara voluntad de fragmentar la soberanía nacional y convertir España en un "Estado plurinacional".

Los tres partidos nacionales apenas denunciaron este rasgo de complicidad con los separatistas en Podemos, a pesar del daño que esto podría haber ocasionado a la formación de Pablo Iglesias fuera de Cataluña y el País Vasco. Ahora, sin embargo, Iglesias exige la aceptación del "Estado plurinacional" y la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña como condición sine qua non para brindar su apoyo a otro partido.

Por mucho que el PSOE no parezca dispuesto a tal grado de envilecimiento para lograr el Gobierno con los peores resultados electorales de su historia reciente, está por ver que la oferta de diálogo del PP modifique en algo la oposición socialista a la reelección de Rajoy como presidente. Lo que está visto es que, por mantenerse en el cargo, Rajoy está dispuesto a volver a apelar al voto del miedo –o al del aburrimiento– en unas nuevas elecciones generales.

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