Según van avanzando los días la insensata batalla que ha desatado el la dirección del PP contra Isabel Díaz Ayuso, sin ninguna duda el mayor activo electoral del partido, en lugar de calmarse se encona: los mensajes filtrados a los medios de comunicación más cercanos a Génova van subiendo de tono y, mientras la presidenta de Madrid mantiene su discurso conciliador e insiste una y otra vez que no tiene aspiraciones fuera de la CAM, Casado, García Egea y los suyos hiperventilan en una indignación que cada vez parece más fingida, como parte de una opereta mal planeada y peor ejecutada.
Y es que tratar de convencer a la opinión pública de que acepte como normal lo que no tiene ni pies ni cabeza es una tarea difícil y, en este caso, muy por encima de las capacidades intelectuales y mediáticas de la dirección popular.
Porque lo que no debemos nunca perder de vista en esta polémica artificialmente creada por los inquilinos de las plantas altas de Génova 13 es que lo normal, lo natural y lo que ocurre casi siempre en el PP es que el presidente de una comunidad autónoma preside también el partido en esa región. Así es en Galicia, donde Núñez Feijóo compatibiliza ambos cargos, y también en Castilla y León, Andalucía o Murcia.
Comunidades autónomas, por cierto, en las que con la excepción de Galicia -una plaza muy distinta a Madrid y mucho menos compleja- ninguno de los presidentes del PP ha obtenido ni de lejos el espectacular resultado electoral que obtuvo Díaz Ayuso en las elecciones del pasado 4 de mayo.
Es decir: no es Díaz Ayuso la que tiene que justificarse cuando reclama lo que merece y es completamente normal, sino aquellos que se lo niegan sin aportar ningún motivo real.
No obstante, hay algo aún peor que la tremenda injusticia que están cometiendo los líderes populares: la estupidez que están demostrando. En un momento en el que el Gobierno da cada día más muestras de desunión y debilidad, ni en sus mejores sueños políticos Sánchez podría haber imaginado que el PP decidiese de repente someterse al desgaste brutal de una batalla entre su dirección nacional y su político más popular y con mayor tirón electoral.
Un desgaste que, además, sólo puede incrementarse y que, de no volver las aguas a su cauce, puede tener efectos desastrosos para los propios interesados -especialmente Casado y García Egea-, para todo el PP y, sobre todo y lo que es peor, para la alternativa de centro derecha que necesita el peor Gobierno que ha sufrido España en muchísimo tiempo, al que están brindado en bandeja de plata la oportunidad de perpetuarse en el poder.
Génova debe rectificar, cesar sus ataques a quién es su mejor activo político en la actualidad y, al contrario, apoyarse mucho más en las eficaces gestiones de la propia Ayuso o de Juanma Moreno para hacer la durísima oposición que merecen Sánchez y los suyos. Y debe hacerlo ya, porque cada día que pasa en mitad de esta disparatada batalla es un día ganado por Sánchez... y perdido por España.