"Los españoles saben que apostar por Ciudadanos, lamentablemente, es no saber ni siquiera por qué se apuesta, porque puede ocurrir cualquier cosa". Por muy discutible que sea esta aseveración, pronunciada hace menos de un año por el expresidente madrileño Ángel Garrido, resulta prácticamente imposible imaginar corroboración más contundente que el hecho de que el propio Garrido, hasta ayer número 4 en las listas del PP para las elecciones europeas, haya anunciado este miércoles que deja el PP y ficha por Ciudadanos, para ocupar el puesto número 13 en la lista naranja para las autonómicas madrileñas.
Por mucho que el tránsfuga Garrido haya justificado su estupefaciente decisión, a menos de cinco días de las generales, apelando a la "moderación" y el "centro político" que, según dice ahora, representa su nuevo partido, no hay la menor constancia de que el expresidente madrileño hubiera hecho alguna vez la más minima crítica al PP por una hipotética pérdida de moderación o de abandono del centro. Por el contrario, lo que se recuerda perfectamente son sus críticas al "populismo pop" y al "ilimitado oportunismo" del partido de Albert Rivera, aseveraciones que ahora se vuelven contra él y contra la propia formación que lo ha acogido.
Es evidente que al tránsfuga Garrido le mueve en tremenda medida el resentimiento de no haber sido elegido candidato del PP a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, cargo que ostentó tras la escandalosa dimisión de Cristina Cifuentes. El resentido fichaje estrella (¡!) de Ciudadanos en Madrid asegura que se enteró por la prensa de que no iba a poder optar a la reelección con las siglas del PP, y este miércoles ha querido devolver el pretendido desplante a Casado, de ahí que se haya ufanado de no haber informado al líder popular de su clamorosa traición.
Habrá que ver si está puñalada trapera no se vuelve contra los maquiavelitos naranja que la han pergeñado. Para empezar, las ofertas de un gran pacto de Estado al PP y el discurso regeneracionista de los de Rivera sonarán ahora a broma de pésimo gusto o a burla... a los electores de ambas formaciones. Entre tanto, en un PSOE abrumado por el pésimo papel de Sánchez en los debates televisados respiran con inmenso alivio, proclaman la "descomposición del PP" y tachan a su ayudante involuntario de "partido vertedero".
Verdadera e indignantemente, la despreciable maniobra del tránsfuga Garrido y sus compinches ciudadanos no ayuda en nada a la unidad de los constitucionalistas para desalojar al felón Pedro Sánchez de la Moncloa. Todo lo contrario.