El islamismo está convulsionando el norte de África. A lomos del descontento popular, cebado por una crisis económica que ha hecho aún más cruda la realidad de unas sociedades tan reprimidas como esquilmadas, el islamismo ha cobrado nuevos bríos en aquellas tierras, que pretende someter al férreo yugo de la sharia. Pasando primero por las urnas, como en Egipto, o directamente por la fuerza, como trata de hacer Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) en Mali.
El conflicto maliense es de extraordinaria relevancia. Es mucho lo que está en juego. En los últimos años, los grupos terroristas que operan en el Sahel y el Sáhara no han hecho sino ganar operatividad, cobrar fuerza y amasar fabulosas cantidades de dinero. Al punto de que se muestran capaces de desafiar y poner en jaque a Gobiernos como el de Mali, país de gran importancia estratégica, fronteras calientes (especialmente las que comparte con Argelia, Mauritania y Níger) y recursos naturales de los denominados sensibles (oro, fosfatos y uranio).
El problema que tenemos planteado en esa zona es de primer orden, de ahí que debamos prestarle especial atención. E implicarnos decididamente en su resolución. A tal fin, hemos de contribuir al esfuerzo común con aquello que sea de más ayuda... y desterrar ideas, maneras y prácticas perniciosas que redundan en beneficio del enemigo.
En este sentido, los datos que brinda Mikel Buesa en la segunda parte de su artículo sobre los secuestros perpetrados por organizaciones terroristas son sobrecogedores: en los últimos diez años AQMI ha podido conseguir hasta 65 millones de euros mediante la realización de secuestros. Se trata de una cantidad asombrosa, con la que se pueden comprar muchas armas y voluntades, especialmente en territorios misérrimos y descontrolados como los que pretende sojuzgar la referida organización criminal. Pues bien, España habría podido desembolsar hasta un tercio de esa cantidad. Nuestra responsabilidad, por tanto, es enorme.
Urge cambiar de enfoque y de actitud. Como dice el propio Buesa, "lo peor" que podemos hacer es "ceder a las exigencias de los terroristas", pues lo único que conseguiremos será debilitarnos, fortalecerlos... y legitimarlos. El conflicto en Mali puede servirnos de "oportunidad" para "realizar un cambio doctrinal y material" profundo, añade Buesa, que aboga por preparar unidades de nuestras Fuerzas Armadas para la realización de "operaciones de rescate en países lejanos".
Más que ante una oportunidad, todo parece indicar que estamos ante una necesidad. No podemos ponernos de lado en la lucha contra el terrorismo islámico. Pero sobre todo no debemos cometer la iniquidad de financiarlo.