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El suicidio del sector del taxi

El sector del taxi debe expulsar a los grupúsculos indeseables de su seno y cambiar radicalmente de actitud, ponerse en manos de sus mejores y más sensatos elementos, si no quiere tener un final indigno y oprobioso.

La huelga indefinida de los taxistas de Madrid y Barcelona está trastornando las dos principales ciudades de España y dejando imágenes penosas, que van a acabar de hundir la muy tocada imagen de un sector que en los últimos años parece como abonado a mostrar su cara más hosca y desagradable.

En ambas ciudades, grupos de taxistas desquiciados han atacado salvajemente vehículos VTC y a sus usuarios. Incluso han destrozado automóviles especialmente pensados para transportar a personas con movilidad reducida, como ha denunciado el rapero Langui. También ha habido agresiones contra periodistas, como la que ha tenido por víctima a una periodista de Libertad Digital en las inmediaciones de la madrileña estación de Atocha; periodista a la que, por hacer su trabajo, han escupido, insultado y zarandeado unos tipejos de la peor especie, auténtica chusma matonesca indigna de prestar servicio público alguno.

Quienes así se comportan no merecen ninguna consideración, pues ninguna es la consideración que demuestran para con la sociedad de la que forman parte y a la que pretenden someter. Con vándalos liberticidas que buscan imponerse por el miedo y aniquilar a la competencia no hay nada que negociar; de hecho, lo que hay que hacer es ponerlos cuanto antes a disposición judicial y lanzar un mensaje meridianamente claro: la violencia no tiene justificación alguna y, lejos de ser un medio para la consecución de un objetivo, puede representar el fin del taxi si no se distancia completa y contundentemente de quienes recurren a ella.

Ningún responsable político ha de sentarse a negociar nada hasta que no cesen por completo las agresiones e intimidaciones y se garantice el tránsito en las calles. El matonismo, el chantaje y el acoso están absolutamente fuera de lugar en nuestra sociedad, y los poderes públicos deben velar por la seguridad de la ciudadanía y de quienes se ganan legalmente el sustento.

El sector del taxi debe expulsar a los grupúsculos indeseables de su seno y cambiar radicalmente de actitud, ponerse en manos de sus mejores y más sensatos elementos, si no quiere tener un final indigno y oprobioso.

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