El Partido Socialista afronta una encrucijada histórica de cuyo resultado dependerá su propia supervivencia política. Si la actual cúpula socialista titubea o se equivoca es posible que no goce de una segunda oportunidad, de ahí que resulte tan crucial acertar ahora. La negociación que lidera Pedro Sánchez para ser investido como presidente del Gobierno constituye hoy el principal campo de juego en el que se desarrollará esta particular partida, mientras que las distintas formaciones en liza para alcanzar pactos son las piezas del tablero.
La única decisión correcta que puede adoptar Sánchez a este respecto es diáfana: excluir a Podemos de toda ecuación posible y tratarlo como lo que realmente es, su auténtico enemigo político. Esta evidencia, tan visible para muchos, parece no estar tan clara en el seno de la directiva socialista, lo cual supone un importante problema. El único objetivo claro que tiene Pablo Iglesias en la actualidad no es otro que acabar con el PSOE para, de este modo, presentarse como líder supremo de la izquierda española. Ya lo ha conseguido con IU tras borrarlo del mapa en las últimas generales, allanando así el camino para su absorción definitiva, y ahora va a por el PSOE. Si Sánchez y el resto de los dirigentes socialistas todavía no lo tienen claro, están perdidos.
Podemos no quiere aliarse con el PSOE, ni con acuerdos puntuales ni mediante gobiernos de coalición, quiere destruirlo primero y sustituirlo después, y, a la vista de la última encuesta electoral del CIS, va camino de lograrlo. Iglesias nunca ha querido pactar con Sánchez, de ahí que sus condiciones para dialogar no partan de un umbral de mínimos sino de máximos imposibles de aceptar por el secretario de los socialitas sin suicidarse políticamente por el camino. De hecho, basta observar las humillaciones, degradaciones e insultos que le ha lanzado Iglesias en cada uno de sus falsos ofrecimientos de negociación para percatarse de que lo último que desea es llegar a un acuerdo.
Su estrategia es otra muy distinta: o bien Sánchez le entrega todo el poder a cambio de figurar como un mero presidente títere del Gobierno de Podemos o bien se convocan nuevas elecciones para propiciar el sorpasso, quedando así Podemos como segunda fuerza en sustitución del PSOE. Éste y no otro es el sueño de Iglesias. Para evitarlo, el PSOE no puede caer en su trampa. Si Sánchez cede y pacta con Podemos para lograr su ansiada presidencia el PSOE desaparecerá engullido bajo la atrayente sombra de la demagogia; y, al mismo tiempo, si no logra llegar a algún tipo de acuerdo con Ciudadanos y PP para formar gobierno, se enfrentará a una cita electoral en la que, muy probablemente, perderá su posición frente a Podemos, ya sea por el nulo liderazgo de Sánchez ya sea porque apenas resta margen para proceder a una renovación interna con la que presentar a un nuevo candidato que esté a la altura de las circunstancias.
En ambos casos, bloque de izquierdas o elecciones, el escenario para el PSOE es muy negativo, mientras que para Iglesias y los suyos no puede ser más favorable. La única salida viable para los socialistas es una alianza con Ciudadanos y un acuerdo de gobernabilidad con el PP -ya sea explícito o implícito-, pues estas formaciones son adversarios políticos, sí, pero no enemigos que pretendan su destrucción para ocupar su espacio ideológico. Todo lo que suponga pacto, acercamiento o simple imitación de los postulados de Podemos por parte del PSOE supondrá cavar su propia tumba.
Los socialistas, al igual que ha acontecido en otros muchos países de Europa, deben apostar por la moderación y la socialdemocracia racional y razonable, llegando a acuerdos con el centro derecha cuando las circunstancias así lo exijan. Este tipo de pactos son algo habitual en los países del centro y norte de la UE. Alemania, en donde el SPD pacta con Merkel antes de mirar siquiera a los radicales de izquierdas, es un buen ejemplo de ello; y lo mismo sucede en Francia, donde el partido de Hollande no dudó en apoyar a Sarkozy en los pasados comicios regionales para evitar el triunfo del Frente Nacional de Le Pen.
España vive tiempos políticos muy convulsos y ahora, al igual que sucedió durante la Transición, es momento de mostrar responsabilidad y altura de miras. Si el PSOE, por un lado, y el PP, por otro, siguen jugando a los sillones ajenos a la gravedad de la situación, el único beneficiado de esta contienda será la extrema izquierda y sus socios independentistas, mientras que el gran damnificado será el conjunto de los españoles.