Aunque, obviamente, lo sustancial de lo ocurrido este jueves en Barcelona no sea el servil gesto que el superasesor Iván Redondo ha dedicado al golpista Quim Torra, esa reverencia a un delincuente que detenta su cargo con pleno desprecio a la legalidad es la imagen que mejor representa la ignominia que han cometido el Gobierno de Pedro Sánchez y, con él, el PSOE.
El amoral Redondo ha reverenciado a y Sánchez se ha reunido con un sujeto que se vende como orgulloso cabecilla de un golpe de Estado en curso; un sujeto al que el propio presidente del Gobierno motejaba de "Le Pen español" por su repugnante y vigente supremacismo hispanófobo, que le ha llevado a hablar de los catalanes que no hablan catalán como de "bestias con forma humana", y que ha perdido su condición de diputado regional tras haber sido condenado a inhabilitación pero que insiste en presentarse como presidente de la Generalidad, desprestigiando aún más a una institución a la que el separatismo ha prostituido y devastado. Últimamente con la complicidad del formidable traidor Sánchez.
El tremendo desprecio a la legalidad es lo sustancial de la Reunión de la Vergüenza que ha tenido lugar este jueves en Barcelona. El Gobierno y el PSOE se han pasado ya sin el menor disimulo al bando de los que no respetan ni la Constitución ni el estatuto de autonomía de Cataluña. Cuando Sánchez habla de "desjudicializar" la política, lo que de verdad pretende es pervertir el Estado de Derecho para imponer un régimen en el que los políticos de su cuerda puedan hacer lo que les plazca sin necesidad de ajustarse al orden constitucional. Hacer de España una suerte de republicucha bolivariana de las que tanto gustan a sus socios de Gobierno y que han destrozado países como Venezuela por culpa de seres despreciables como Delcy Rodríguez, por la que tanto se desvive el capo socialista José Luis Ábalos.
El felón Sánchez se ha comprometido a tratar a Cataluña como si fuese un Estado independiente de o en todo caso confederado a España, pues no otra cosa es la aberrante bilateralidad de la que ha hablado con el Le Pen separatista. Apurando el cáliz de la infamia hasta las heces, el traidor se ha mostrado dispuesto a dar financiación extra a la Generalidad tomada por los sediciosos y a socorrer a la ruinosa TV3, volcada goebbelsianamente en el agitprop hispanófobo.
Las cesiones de Sánchez son lo que parecen, una traición escandalosa, y no van a hacer más que agravar la situación y debilitar a España, en manos de un Gobierno pésimo, de una incompetencia feroz, que depende de su supervivencia de los enemigos jurados de la Nación. Ni él ni su PSOE tienen perdón, y se han ganado a pulso un lugar de deshonor en la historia de la España democrática.