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EDITORIAL

El PSOE como problema de Ciudadanos

Ciudadanos no sobreviviría a la tremenda experiencia de ejercer de salvavidas de un PSOE podrido.

En los últimos tiempos, las muy volátiles encuestas coindicen en destacar la emergencia de Ciudadanos como fuerza muy a tener en cuenta en buena parte del territorio nacional; una fuerza que incluso podría decidir la composición de numerosos Gobiernos autonómicos y municipales. Ciudadanos, pues, podría estar a las puertas de cumplir su objetivo de convertirse en elemento imprescindible del panorama político nacional.

El auge de una formación como la que encabeza Albert Rivera no puede sino ser saludado por quienes apuestan por la regeneración política pero ya no creen –o nunca lo han hecho– que pueda correr por cuenta de los dos partidos hasta ahora mayoritarios, PP y PSOE, ni, mucho menos, por la de una organización de izquierda liberticida como Podemos, que afortunadamente parece estar perdiendo fuelle en los sondeos y cada vez tiene más difícil engañar a quien no quiera ser engañado, debido a los escándalos en que andan implicados sus dirigentes y a tomas de posición tan indignas como la que adoptaron el otro día en el Parlamento Europeo a la mayor gloria de la sanguinaria tiranía que padecen los venezolanos.

Ciudadanos ha conseguido poner nervioso al PP, cuyos dirigentes no pierden ocasión de hacer el ridículo o de hozar en la política basura cada vez que aluden al partido naranja, que parece estar ganándose la simpatía e incluso el voto de numerosos ciudadanos que en el pasado han solido votar popular. De nuevo, he aquí una buena noticia, especialmente si se traduce en hechos que lleven al PP a volver a tomarse en serio ideas y principios que no hace tanto tiempo enarbolaba.

Este éxito, por ahora sólo aparente, por cuanto sólo existe en las encuestas, ha de superar determinados desafios para materializarse. En primer lugar, el de la concreción: Ciudadanos es en buena medida un recipiente que los ciudadanos desencantados, hastiados o indignados con el actual estado de cosas han ido llenando a voluntad. Las expectativas de sus potenciales electores son, pues, muy elevadas, y es muy probable que igual de elevados sean sus niveles de exigencia, y que tengan poca tolerencia al desengaño. Por eso, haría bien Ciudadanos en atenerse a su mensaje de que representa el cambio sensato, lo que pasa indefectiblemente por no prometer imposibles.

En segundo lugar, está el problema de los oportunistas que se van a acercar –con seguridad se están acercando ya– a Ciudadanos no guiados por el regeneracionismo proclamado de la formación, sino con la idea de pescar en el río revuelto del agistadísimo panorama político nacional y servirse del pujante recién llegado para incurrir o seguir incurriendo en las prácticas que han provocado el descrédito generalizado de las formaciones tradicionales. Ciudadanos tiene que poner mil ojos en esta tarea, si no quiere implosionar antes siquiera de haber conseguido tener masa crítica para poder ser considerado un actor político decisivo.

Por último pero no en último lugar, está el PSOE. El PSOE como problema de Ciudadanos, sí. Porque en ámbitos socialistas de tremenda influencia parece estar cobrando forma la visión de Ciudadanos como una suerte de salvavidas que no sólo salve a uno de los grandes culpables de los peores males que padece España, sino que acabe hundiéndose bajo el peso, precisamente, de los lastres con que carga el propio Partido Socialista.

Ciudadanos ha de tener bien presente este último peligro. También aquí, debe ser absolutamente consciente de que no puede permitirse crecer de cualquier manera, ni gobernar con quien sea. El riesgo de que la formación regeneracionista acabe degenerando en mera comparsa de un PSOE que sueña con la emergencia de un partido que le permita no caer en manos de Podemos y que además lamine al PP hasta dejarlo en una suerte de Alianza Popular del siglo XXI, cuasimetafísicamente imposibilitada para alcanzar el poder, es elevadísimo y letal: apenas cabe dudar de que Ciudadanos no sobreviviría a semejante experiencia.

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