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EDITORIAL

El peligro de dar las elecciones por ganadas

Cuanto más se extienda la idea de que el PP va a arrasar, más votantes de centro-derecha se pueden sentir tentados de no acudir a las urnas. Rubalcaba tiene tanto o más empeño en desmovilizar al electorado popular que en agitar a sus bases.

La percepción de que las próximas elecciones son un trámite para verificar el inevitable cambio de Gobierno es el factor que maneja el candidato Rubalcaba para paliar el severo voto de castigo que, según las encuestas, va a sufrir el PSOE. Cuanto más se extienda la idea de que el PP va a arrasar, más votantes de centro-derecha se pueden sentir tentados de no acudir a las urnas. Rubalcaba tiene tanto o más empeño en desmovilizar al electorado popular que en agitar a sus bases y fomentar la participación de la izquierda. De ahí que no tenga el más mínimo empacho en insistir en que el PP recortará las pensiones y limitará el subsidio de desempleo, falsedades que tanto alientan el voto del miedo como se erigen en el discurso de una oposición que, si finalmente se confirman las encuestas, no tiene previsto conceder ni una semana de gracia al nuevo Ejecutivo.

Si persiste en el estado de ánimo general que Rajoy va a disfrutar de una cómoda mayoría a partir del 21 de noviembre, el riesgo evidente de una alta abstención entre quienes desean un cambio puede complicar sobremanera el panorama del futuro Gobierno. A pesar de que la campaña parece centrada en las mentiras socialistas y en si se podrá volver a fumar en los bares (es de esperar que esa no acabe siendo la promesa más destacada de las elecciones), los retos del próximo ciclo político requieren de un Gobierno que no esté sometido al chantaje de los nacionalistas, las maniobras de los socialistas y al pairo de circunstancias externas. La compleja situación en el País Vasco, los embates secesionistas, la resolución sin atajos ni eufemismos del terrorismo, además de las imprescindibles reformas económicas,  sólo se pueden afrontar con una determinación que no esté a expensas de una izquierda y un sindicalismo reforzados por una dulce derrota rubalcabiana. Si se produjeran esas circunstancias, las peripecias griegas e italianas con los mercados serían, además, un juego de niños en comparación con lo que podría suceder con una España ya muy debilitada.

De modo que el principal reto del PP en los próximos días es animar a la participación, para lo que no estaría de más explicar el programa y las líneas maestras de acción del próximo Gobierno para luchar contra el paro, evitar compensaciones en el final del terrorismo y racionalizar la administración, entre otros importantes desafíos.

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