Menú

El golpe sigue en marcha

Nunca ha sido más necesaria que ahora una dura condena que no sólo castigue unos delitos perpetrados a la vista de todo el mundo sino que tenga un efecto ejemplarizante.

Había gran interés en la deposición del capo separatista Oriol Junqueras ante el tribunal que le juzga por el intento de golpe de Estado de 2017. Más allá de las explicaciones que pudiese dar, había expectación por el tipo de defensa que elegiría: si, tal y como parecía indicar la primera intervención de su defensa, se limitaba a descalificar al tribunal y a negar el carácter delictivo de los hechos juzgados o si, quizá como sería más razonable si realmente no quiere acabar con una larguísima condena, optaba por buscar argumentos jurídicos de peso.

Finalmente Junqueras optó por la estrategia más radical: se negó a responder a las preguntas de las acusaciones, se definió como "preso político" perseguido por sus ideas –con lo que negó toda legitimidad al Supremo– y pronunció un larguísimo mitin separatista trufado de despropósitos varios, como cuando dio en proclamar su amor por España.

Sea como fuere, en su perorata insensata y cursi hasta la estupefacción Junqueras introdujo una afirmación de extraordinaria gravedad: "Lo hemos intentado y lo intentaremos, incluso aquí sentados ante este tribunal, y lo seguiremos intentando, sea cual sea el resultado de este proceso".

No se podría decir una forma más clara y contundente: el separatismo no renuncia a sus propósitos ilegales ni, es obvio cuando se pronuncia esta amenaza ante el más alto tribunal español, a los métodos ilegales.

Las amenazas y la actitud chulesca de Junqueras pueden ser interpretadas como el desvarío de un hombre que ni siquiera tras pasar un año en prisión preventiva se da cuenta de la gravedad de su situación legal y de que se enfrenta a la posibilidad de pasar lustros en la cárcel, de hecho parece claro que algo de eso hay. Pero también resulta evidente que esa es la actitud no sólo de un hombre sino del partido del que sigue siendo el máximo líder y de la inmensa mayoría del separatismo.

Ni hay arrepentimiento ni marcha atrás, ni tan siquiera un frenazo momentáneo: a pesar de lo mucho que se han esforzado tantos en blanquearlo, nada ha cambiado en un separatismo que sigue al otro lado de la línea que separa la legalidad de la ilegalidad, que sigue dando un golpe de Estado y que, encima, tiene la chulería de anunciarlo a voces en el Supremo.

Visto lo visto, nunca ha sido más necesaria que ahora una dura condena que no sólo castigue unos delitos perpetrados a la vista de todo el mundo sino que tenga un efecto ejemplarizante.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura