La constitución de los ayuntamientos tras las elecciones del pasado 24 de mayo ha cambiado por completo el panorama municipal en nuestro país. El Partido Popular, que ha disfrutado en la última legislatura de un poder prácticamente hegemónico, ha sido desalojado de las alcaldías de todas las ciudades de España de más de medio millón de habitantes a excepción de Málaga, y ello gracias al apoyo de Ciudadanos. El legado de Rajoy al frente del PP deja a su partido fuera de la mayoría de instituciones municipales, que hasta ahora controlaba con gran comodidad.
Pero el batacazo electoral de un partido político no tendría mayores consecuencias, si no fuera por la identidad de las fuerzas que han tomado su relevo en los principales ayuntamientos de España. El caso de Madrid es paradigmático, con la llegada a la alcaldía de Manuela Carmena al frente de un conglomerado de movimientos de extrema izquierda que proclaman abiertamente sus intenciones de acabar con nuestro sistema de libertades. Otro tanto cabe decir de Barcelona, donde una candidata de ultraizquierda, con apoyo del separatismo, tiene cuatro años por delante para hacer y deshacer a antojo digan lo que digan unas leyes que, como ya ha dejado claro, no tiene la menor intención de obedecer cuando se opongan a sus designios.
El terremoto político surgido del 24-M sería mucho menos preocupante si el PSOE hubiera hecho gala, por una vez, de un cierto sentido del decoro político y la lealtad institucional. Lejos de ello, los socialistas han alfombrado la llegada a los consistorios de numerosas ciudades a las fuerzas antisistema, con cuyo apoyo han contado también para alcanzar la alcaldía en aquellos lugares donde la suma de fuerzas lo ha permitido. El PSOE de Pedro Sánchez, el dirigente político que afirmaba y una y otra vez "no pactaré con el populismo", no sólo ha accedido a acuerdos de Gobierno con estos grupos populistas sino que, en muchos casos, ha sido el partido que ha impulsado coaliciones tan estrafalarias como peligrosas, con el único afán de desalojar al PP allí donde ha tenido ocasión.
La necesidad de que los Ayuntamientos se constituyan después de una segunda vuelta se pone de relieve con más nitidez que nunca tras estas últimas elecciones. Es la única manera de evitar que las componendas de los distintos grupos perviertan la voluntad popular. Pero se trata de una reforma que los dos grandes partidos han obviado cuando no les beneficiaba y que ahora, tras su pérdida brutal de poder político, van a tener muy difícil llevar a cabo si es que alguna vez se ponen de acuerdo en algo tan esencial.
Esa segunda vuelta de las elecciones municipales tendrá lugar en la próxima cita electoral para renovar el Parlamento de la Nación. Serán, sin duda, las elecciones más importantes de nuestra historia democrática, en las que comprobaremos hasta qué punto la llegada al poder municipal del frentepopulismo es, o no, el preludio de lo que nos espera a los españoles en un futuro inmediato.