La reacción de la presidenta de Unión, Progreso y Democracia (UPyD) tras el varapalo sufrido por su partido en las elecciones andaluzas no ha podido ser más decepcionante. Así lo han entendido algunos dirigentes de la formación –y con seguridad también gran parte de la militancia–, después de ver la ausencia de autocrítica de Rosa Díez en la rueda de prensa que protagonizó este lunes en la sede del partido.
El núcleo duro del partido hizo gala en la noche electoral de una absoluta falta de solvencia analítica y cortesía política con sus comentarios sobre los votantes andaluces, que en casos concretos resultaron claramente insultantes. Muchos esperaban que la intervención de Rosa Díez pusiera algo de sensatez en este clima de empecinamiento y sospecha generalizada rayano en la manía persecutoria, pero lo que hizo la veterana política fue precisamente confirmar que esa va a seguir siendo la estrategia política de UPyD, por más desastrosos que sean los resultados de las urnas.
Es cierto que un partido con una línea programática clara como el de Díez no puede supeditar la lealtad a sus principios a los caprichos de un determinado electorado. Sin embargo, la falta de visión política y la soberbia injustificada de unos dirigentes pueden malograr los esfuerzos de años, destinados a convertir unas siglas en una alternativa seria de Gobierno.
Es indudable que la acción política de UPyD en las Cortes Generales ha rendido importantes servicios a todos los españoles, al llevar a cabo una oposición sin concesiones al Gobierno pero fundamentada en principios elementales como la lucha contra la corrupción, la reducción del disparatado gasto político o la defensa de la unidad de España y de la igualdad de todos los españoles, por citar los más significativos. Precisamente porque UPyD encarna unos valores ampliamente compartidos por los votantes moderados, el segmento más amplio del electorado, resulta asombroso que sus dirigentes no sean capaces de dejar a un lado los personalismos que impiden a su partido converger con otras fuerzas similares, como Ciudadanos, y convertirse de inmediato en una alternativa con serias aspiraciones de Gobierno.
Rosa Díez demostró ayer que está dispuesta a empantanar a UPyD en una estrategia que va a seguir ahondando en su aislamiento político, con consecuencias tan nefastas como las que el pasado domingo cosecharon en las elecciones a la Junta de Andalucía. Solo ella y sus colaboradores más cercanos parecen no darse cuenta de que su empecinamiento es el camino seguro a la frustración y la inanidad de unas siglas que, hasta hace bien poco, eran una de las grandes esperanzas de regeneración real del sistema.