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El desafío de la extrema izquierda

Es, ciertamente, un problema tremendo. Por desgracia, no sólo para la izquierda. Lo estamos pagando muy caro.

La Plataforma ¡En Pie!, estupefaciente aglutinador de un movimiento "antineoliberal, anticapitalista, antipatriarcal y democrático [sic]", ha convocado una "acción" de "asedio y liberación definitiva [sic]" del Congreso que tiene por objetivo "la caída del régimen". Está previsto que semejante barrabasada liberticida y golpista empiece a tener lugar el próximo día 25 de abril, aniversario de la Revolución de los Claveles portuguesa, que acabó con la dictadura salazarista y que pudo haber desembocado en una dictadura comunista. Por si quedaran dudas de las intenciones de semejante cáfila, en la portada de su sitio web hay colgado un audio titulado "Como [sic] la No Violencia protege al Estado".

Asaltos a empresas y propiedades privadas, okupaciones, escraches, ahora un asedio golpista al Congreso... La extrema izquierda está absolutamente desatada, volcada en la crispación, empeñada de hoz y coz en la desestabilización política, social e institucional, en la liquidación de las libertades y la imposición de sus ideas atrabiliarias. Cuanto peor, mejor, es el mantra de esta yunta adicta al más infecto oportunismo.

Las autoridades han de hacer uso de todos los mecanismos legales a su alcance para proteger el orden constitucional y velar por los derechos y libertades de la ciudadanía. Para empezar y por supuesto, han de impedir que se perpetre asedio alguno contra la sede del Poder Legislativo, y proceder con firmeza y contundencia contra quienes pretendan intentona alguna en tal sentido.

No menor es la responsabilidad de la ciudadanía, que ha de hacer ver a los liberticidas que tienen todas las de perder y que ni por asomo la calle es suya. El rechazo social es esencial y ha de ser vivísimo, inconfundible.

Y para qué hablar del resto de la izquierda. De su formidable responsabilidad. Debe repudiar expresa y ostensiblemente a semejantes compañeros de espacio político, dejar meridianamente claro que no comparte medios ni objetivos con asaltantes, okupas, escrachadores y demás liquidadores de la libertad. Nunca se debe jugar con fuego. Menos, en momentos tan difíciles y potencialmente explosivos como los que vivimos.

El problema es que buena parte de la izquierda establecida es a la vez izquierda antisistema, con lo que difícilmente se repudiará a sí misma. Ahí están la Izquierda Unida del piquetero Sánchez Gordillo, la Esquerra catalana de los ilegales referendos secesionistas o los distintos avatares políticos de la organización terrorista ETA. Es, ciertamente, un problema tremendo. Por desgracia, no sólo para la izquierda. Lo estamos pagando muy caro.  

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