Si algo nos enseña lo ocurrido en las últimas horas en Egipto es lo vacua que resulta en muchas ocasiones la manera en que los medios de comunicación occidentales, y a veces también los políticos, se aproximan a situaciones que no entienden y, lógicamente, extraen conclusiones completamente inválidas.
La prensa socialdemócrata –es decir, prácticamente toda- saltó alborozada con la primavera árabe, como lo hace con casi cualquier otro movimiento callejero, y ya se daba por prácticamente segura la llegada a Egipto de una democracia homologable a cualquiera en Europa.
Pero lo cierto es que tras el derrocamiento de Mubarak y el vacío de poder que se abrió, el país árabe tenía todas las papeletas para, o bien deslizarse hacia un régimen islamista, o bien volver a caer bajo el control dictatorial del ejército. En poco más de un año ha hecho ambas cosas y ahora el panorama es desolador: ya sea con una guerra civil abierta o, más probable, con un conflicto más o menos soterrado de acciones terroristas y respuestas tan brutales como las de este miércoles, lo cierto es que la paz y la estabilidad parecen muy lejos de Egipto.
De nuevo los medios occidentales, y quizá las cancillerías, analizarán el conflicto dentro de nuestras categorías occidentales y buscaremos construir una historia de buenos y malos más digerible pero notoriamente falsa: las "partes" que ahora luchan por las calles de El Cairo y otras ciudades son un grupo islamista fanático que pretende imponer la Sharia en un país con 10 millones de cristianos; y, del otro lado, un ejército golpista al que no le interesa la democracia y que no tiene empacho alguno en reprimir a tiros las manifestaciones. Resulta extremadamente difícil defender con un mínimo de honestidad intelectual que se deba apoyar a unos o a otros.
Lo único que realmente sabemos a día de hoy es que la situación no puede ser más explosiva en un país en el que, tal y como estamos viendo, la gente está dispuesta a matar y morir de una forma que es muy difícil de comprender desde nuestras imperfectas pero muy confortables democracias.
Finalmente, no podemos dejar de reseñar la escandalosa doble vara de medir que, una vez más pero ahora de forma especialmente grosera, están mostrando los que corren a atacar Israel por cualquier pequeño abuso y callan ahora cuando los egipcios mueren por centenares.
¿Imaginan ustedes qué no estarían diciendo políticos, periodistas, "intelectuales" y profesionales del pacifismo si unos disturbios en Israel hubiesen tenido como resultado final la décima parte de víctimas?
Pero una vez más vemos que los muertos tienen un valor muy diferente, sobre todo dependiendo de quién los mate.