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Don Felipe, la Ley y la grandeza de España

Si Rajoy y Sánchez compartieran algunos de los principios del discurso, tal vez no desdeñarían propuestas orientadas a impedir la destrucción de España.

La grave situación política justifica el inusitado interés con el que se ha seguido el discurso del Rey. Los errores del Gobierno y de la oposición, de los partidos y sus líderes, han puesto en riesgo la unidad de España, la recuperación económica y la deseable normalidad institucional. El golpe de Estado de Artur Mas, la débil respuesta de los poderes del Estado, la propensión de Rajoy y ahora de Pedro Sánchez a no estar a la altura de las circunstancias, las anunciadas intenciones del endeble líder socialista de forjar un bloque de izquierdas y separatista y el referéndum prometido por Podemos, entre otras cuestiones, conforman unas de las más adversas circunstancias de la historia reciente de España.

A esa interpretación responde el cambio de escenario del mensaje del Rey, cuyo decorado ha pasado a ser el Palacio Real, en vez de un salón de Zarzuela. Felipe VI lo subrayó nada más comenzar el discurso, grabado el martes por la tarde, al afirmar: "Esta noche me dirijo a vosotros desde el Palacio Real, donde la Corona celebra actos de Estado en los que queremos expresar, con la mayor dignidad y solemnidad, la grandeza de España". La Nación fue el eje de un texto sobrio y medido, pero de calado político. España, afirmó el monarca, "es también un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos mismos valores constitucionales que compartimos y en unas reglas comunes de convivencia que nos hemos dado y que nos unen (...) porque ahora lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés generales de los españoles".

El Rey no eludió el expediente catalán y proclamó: "No debemos olvidar que la ruptura de la Ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, sólo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, el empobrecimiento y al aislamiento". El mensaje es inequívoco. Al Rey no corresponde decidir qué hacer ante la "ruptura de la Ley", pero la definición del caso es precisa y hasta aporta una opción, "la primacía y defensa de nuestra Constitución".

Destacan el compromiso con la noción de España, los avisos implícitos sobre la unidad nacional, la apelación al pasado y un llamamiento a la responsabilidad, al cumplimiento de la Ley y al respeto a la Constitución. Si Rajoy y Sánchez compartieran algunos de los principios del discurso del Rey, tal vez no desdeñarían propuestas como las de Albert Rivera orientadas a impedir que Podemos y sus aliados separatistas arruinen el futuro de millones de españoles y destrocen España.

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