José Antonio Ortega Lara participó ayer en Vitoria un mítin de su partido, VOX, al que se afilió defraudado por el PP, las siglas en las que militaba cuando fue secuestrado y torturado por la banda terrorista vasca. Ortega Lara no entendió que su partido transigiera con la estrategia de Zapatero para blanquear al separatismo vasco, incluido el proetarra, y que protagonizara grandes ultrajes a la memoria de las víctimas del terrorismo como la liberación anticipada de sanguinarios asesinos.
En VOX, su actual partido, defienden que el final del terrorismo sólo puede proclamarse cuando ETA se disuelva, entregue las armas y aclare los casi trescientos asesinatos que quedan sin juzgar. Además, su batalla actual en el terreno político se centra principalmente en denunciar la presencia de los etarras en las instituciones democráticas, donde siguen haciendo sus campañas totalitarias en régimen de impunidad.
Buena prueba de ello la tuvieron ayer los dirigentes de VOX que acompañaban a Ortega Lara en Vitoria: varios centenares de desalmados interrumpieron el mitin con insultos y lanzamiento de objetos y tuvieron que ser disueltos por la policía vasca aunque, como suele ser habitual, no se practicó detención alguna.
La imagen no puede ser ni más poderosa ni más oportuna: los proetarras llaman asesinos a sus víctimas, que tienen ser protegidas por la policía para evitar ser nuevamente victimizadas.
Esa es la situación de la política en el País Vasco, que es tanto como decir en España. No sólo porque, efectivamente, las vascongadas son parte de nuestra Nación, sino porque el desafío secesionista catalán va a tener un importante aliado en tierras vascas si se confirman los pronósticos para las elecciones del próximo día 25, con la importante presencia de Bildu y la fuerte irrupción de Podemos, tan separatista y antiespañol como el primero, si no más.
En este estado de cosas resulta un cruel sarcasmo aludir a una presunta derrota de ETA como el motivo para mirar para otro lado y pasar página, como si aquí no hubieran muerto asesinados casi 900 compatriotas a manos de los que ahora celebran su participación en unas elecciones, en régimen de igualdad con cualquier otro partido político.
Lo ocurrido ayer en Vitoria es el paradigma de la traición de España a las víctimas del terrorismo a manos de los dos grandes partidos que, en eso sí, no tuvieron ningún problema para ponerse de acuerdo.