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EDITORIAL

De Rentería a Viladecavalls

En ambos casos se pone de manifiesto la tibieza con que el Partido Popular se manifiesta respecto al nacionalismo separatista.

En las últimas horas se han producido dos hechos protagonizados por cargos públicos del PP que dan una idea de la situación actual que atraviesa ese partido en lo referido a la defensa de España ante el embate separatista. En Rentería y Viladecavalls, municipios del País Vasco y Cataluña respectivamente, los representantes del partido del Gobierno han actuado de manera prácticamente indistinguible de otras formaciones entregadas a la causa nacionalista, sin que hasta el momento ningún órgano del PP haya adoptado medida disciplinaria alguna.

Manuel Herzog, concejal popular en Rentería, lamentó por escrito "los disgustos sufridos por los detenidos" en la operación contra Herrira, la organización de apoyo a los presos de ETA, acusados de enaltecimiento del terrorismo, financiación de una banda terrorista e integración en su estructura delictiva. Más aún, Herzog tuvo el atrevimiento de cargar contra la operación de la Guardia Civil, como siempre intachable, tildándola de "violenta", infamia sobre la que el dirigente popular guipuzcoano Borja Sémper no ha considerado conveniente emitir la menor censura, tal vez demasiado ocupado en forjar ese nuevo PP vasco tras la marcha del anterior equipo dirigente encabezado por María San Gil.

Son de sobra conocidas las presiones que soportan los representantes de los partidos constitucionalistas en feudos como Rentería. Sin embargo, a nadie se le piden esfuerzos heroicos por encima de sus posibilidades en el desempeño de un cargo. Siempre se puede renunciar en beneficio de otro candidato más capaz, con más aguante o convicciones más firmes. No parece que vaya a ser el caso del concejal Herzog, a pesar de existir motivos más que suficientes para ello.

En Viladecavalls ha sido el único concejal del PP y miembro del equipo de gobierno, Antonio Milan Calderón, el que se ha significado con su abstención en la decisión municipal de colocar una bandera separatista, que ondeará en lugar destacado "hasta que la declaración de un Estado propio y de una Cataluña independiente sean una realidad". Tampoco consta que esta decisión, opuesta frontalmente a lo que el Partido Popular dice defender en toda España, haya recibido por parte del PPC ninguna crítica ni su autor la debida sanción disciplinaria.

En ambos casos se pone de manifiesto la tibieza con que el Partido Popular se manifiesta respecto al nacionalismo separatista, una estrategia que no está deparándole precisamente grandes réditos electorales. Peor aún es la impunidad con que se saldan acciones como las referidas y la imagen que el PP da a todos los españoles que creían que la defensa de España en todo el territorio nacional era un principio insoslayable, de cuya sinceridad cada vez es más lícito dudar.

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