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Crisis del coronavirus: el Gobierno, muy tarde y muy mal

Qué otra cosa cabía esperar del Gobierno socialcomunista de Sánchez e Iglesias, tan sectario y oportunista como incompetente.

Desde el momento en que el coronavirus empezó a manifestarse con gran virulencia en un país tan cercano como Italia, hace ya dos semanas, era perfectamente previsible que también en España pudiese generarse una crisis sanitaria de primer orden, y que la economía nacional se resintiera en consecuencia, tal y como ha sucedido en el país transalpino.

Pero durante todo este tiempo no sólo no se ha tomado una sola medida significativa para hacer frente al Covid-19, es que tampoco se ha hecho nada para preparar al sistema sanitario para un escenario de emergencia nacional. No se han acondicionado los hospitales, no se ha instruido debidamente al personal sanitario, no se ha hecho acopio de los productos y suministros más básicos, como las mascarillas. Qué tremendo desastre.

A lo anterior hay que añadir la escandalosa irresponsabilidad de permitir y alentar concentraciones multitudinarias como las feministas del domingo, por lo que se ha puesto en riesgo directo a decenas de miles de personas.

Igual de lamentable está siendo la reacción gubernamental en el ámbito económico. Pedro Sánchez ha concedido en su comparecencia de este martes que el impacto será "serio", pero enseguida lo ha rebajado al calificarlo de "transitorio". ¿De verdad? ¿Cómo lo sabe? Cualquiera confía en él, tras estas dos semanas de incalificable inacción. Asimismo, ha asegurado que "en los próximos días" dará cuenta de la adopción de nuevas medidas. No engaña a nadie el nefasto Sánchez: en ningún momento ha tenido la situación bajo control, y mientras en Italia las cosas se ponían color de hormiga, él, sus ministros socialistas y sus socios comunistas de Gobierno se engolfaban en la redacción y corrección de una Ley de Libertad Sexual tan infame –por liberticida– como inoportuna.

Para colmo, las medidas que ha anunciado Sánchez con enorme vaguedad no resultan, precisamente, tranquilizadoras: el presidente del Gobierno y sus secuaces insisten una y otra vez en la necesidad de aumentar el gasto y el déficit, que es justo lo que nos faltaba. Ante una crisis cuya duración se desconoce, es obvio que la sanidad precisará de más recursos; pero deberían sufragarse a costa de las infinitas partidas superficiales de gasto público, no de la esencial austeridad ni, mucho menos, del sufridísimo contribuyente.

Incluso la única medida que podría ir en la buena dirección –facilitación de aplazamientos y moratorias al pago de impuestos para las empresas– es a todas luces insuficiente. Como ha apuntado el PP en su plan de choque contra el coronavirus –fechado hace dos días, tiene más sustancia y concreción que lo que ha evacuado por el momento el Gobierno–, lo verdaderamente útil sería reducir sensiblemente la enorme carga impositiva que soportan las empresas y los particulares, que van a pasar momentos muy duros en el futuro previsible.

En resumidas cuentas: el Ejecutivo no sólo llega tardísimo a atajar la crisis del coronavirus, sino que además lo hace mal. Pero qué otra cosa cabía esperar del Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tan sectario y oportunista como incompetente.

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