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EDITORIAL

Corrupción de principio a fin

El desprecio a España del votante catalán nacionalista, al parecer, le compensa del robo del que es objeto a diario por parte de sus políticos electos

Las elecciones al Parlamento de Cataluña que hoy se celebran son, con total seguridad, las más atípicas de todas las llevadas a cabo desde la creación de nuestro Estado Autonómico. En primer lugar se disputan tres años antes de lo previsto estatutariamente, no por un problema de gobernabilidad –CiU cuenta con mayoría de diputados y apoyos parlamentarios suficientes-, sino porque el presidente autonómico en ejercicio, Artur Mas, ha decidido destruir el orden constitucional del que emana precisamente su legitimidad y la del parlamento que el pueblo catalán elige hoy con sus votos.

Con esa clara ilegitimidad de origen, no es de extrañar que la campaña de estas elecciones haya servido para mostrar las peores miserias del partido nacionalista hegemónico en Cataluña, con toda seguridad la formación política más corrupta de España y probablemente también a escala continental.

CiU ha manejado lsiempre as finanzas autonómicas como si Cataluña fuera un cortijo privado en el que nadie más tiene derecho a opinar, pero lo peor es que lo ha hecho en un régimen de impunidad apuntalado por los medios de comunicación locales y tolerado por la propia sociedad catalana en su conjunto. La nutrida relación de casos de corrupción en los que el partido de Pujol y Mas se ha visto involucrado superan los de cualquier otra formación política cuantitativa y cualitativamente. Sin embargo, los medios de comunicación de Cataluña jamás han formulado una sola de las denuncias que finalmente han llevado ante el juez a los convergentes corruptos. 

El escándalo mayúsculo destapado en plena campaña sobre las repletas cuentas bancarias de las familias Pujol y Mas en paraísos fiscales, con fondos de oscura procedencia que la policía relaciona con la trama corrupta del Palau, sólo ha servido para que las autoridades catalanas nos brinden otro espectáculo que abochornaría a cualquier dictadura de pelaje medio de las que aún subsisten en el planeta. Es imposible que en un país democrático la máxima autoridad de la fiscalía del lugar, órgano que debe impulsar decididamente todas las investigaciones en defensa de la sociedad que está siendo atracada, se convierta en el brazo defensor de los presuntos corruptos "sentenciando" de paso al medio de comunicación que se ha atrevido a informar del escándalo. En Cataluña sí ocurre, como hemos visto en el tramo final de esta campaña electoral, lo que constituye otro ejemplo más de la anomalía democrática que persiste en esa región de España tras más de tres décadas de poder nacionalista.

Lo más decepcionante es que la mayoría de la sociedad catalana avala con su voto la impunidad del nacionalismo para cometer sus tropelías. El desprecio a España del votante catalán nacionalista, al parecer, le compensa sobradamente del robo del que es objeto prácticamente a diario por parte de sus políticos electos, algo que desgraciadamente comprobaremos hoy una vez más tras el recuento de votos.

En una región esencialmente corrupta en términos políticos, sociales, económicos y morales, adquiere todavía más valor la decisión de los que tratan de poner fin al imperio despótico del nacionalismo votando a las pocas formaciones que defienden, allí también, la libertad, la igualdad y la democracia.

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