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EDITORIAL

Cataluña: el brazo mediático del golpe separatista

Medios como Catalunya Radio o la ominosa TV3, en manos de personajes descalificables como la comisaria Terribas, no son un servicio público sino una vergüenza y una amenaza para la salud democrática de Cataluña.

Catalunya Ràdio sobrepasó el pasado viernes los límites de su sectarismo separatista para enfangarse en el lodazal de la incitación potencialmente criminosa. Durante su programación matinal, la emisora del régimen del golpista Carles Puigdemont se dedicó a pedir a su audiencia que delatara los movimientos de los vehículos de la Guardia Civil y la Policía Nacional desplegados en Barcelona. "Si los taxistas que nos están escuchando o los transportistas que salen del puerto ven movimiento de coches de la Policía o la Guardia Civil, pedimos que nos avisen". Increíble pero cierto.

La Unión de Oficiales de la Guardia Civil ha decidido denunciar a la emisora que no quiere oyentes sino confidentes, en el sentido más repugnante de la palabra. "Es lamentable que la deriva paranoica de algunos medios de comunicación llegue al extremo de servir de ayuda a terroristas, narcotraficantes, o a cualquier otro delincuente, facilitando la potencial comisión de actos delictivos de impredecibles consecuencias", puede leerse en el comunicado que ha difundido, en el que deja claramente de manifiesto su natural indignación.

La responsable de convertir ese medio público en una suerte de megasoplón al servicio de los golpistas fue la bien pagada Mónica Terribas, encarnación de la degeneración del periodismo en agitprop de una causa liberticida que está envenenando la convivencia en Cataluña.

Medios como Catalunya Radio o la ominosa TV3, en manos de personajes descalificables como la comisaria Terribas, no son un servicio público sino una vergüenza y una amenaza para la salud democrática de una Cataluña devastada por quienes los prostituyen convirtiéndolos en onerosísimos altavoces sectarios, que son los mismos que están dinamitando las instituciones del Principado. Por supuesto que no son la solución, sino parte fundamental del problema, de una gravedad extrema.

Urge sanear la política catalana, corrompida hasta los túetanos por una casta fanatizada buena para nada que no sea manipular y excitar las peores pasiones de una ciudadanía que pretenden convertir en masa acéfala y exaltada. Pero para ello es absolutamente necesaria la existencia de medios de comunicación independientes, que controlen al poder con libertad y que estén al servicio de los ciudadanos, no de los indeseables que no hacen otra cosa que enfrentarlos y dividirlos en catalanes de primera y de segunda.

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