La sesión parlamentaria de este miércoles en el Congreso de los Diputados ha dado lugar a un duro enfrentamiento del líder de la oposición con el presidente del Ejecutivo a causa de la connivencia de Sánchez con el separatismo catalán. Pablo Casado arremetió contra el presidente del Gobierno, al que acusó de ser "partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España". También Albert Rivera ha tenido duras palabras contra un Pedro Sánchez contra las cuerdas, al recordarle su falta de escrúpulos por haber llegado al poder con los que "han dado un golpe en Cataluña" y negociar "prebendas e indultos en la cárcel" con los golpistas.
El debate monográfico sobre el último Consejo Europeo y la venta de armas a Arabia Saudí se convirtió así en un duro alegato de PP y Ciudadanos contra el Gobierno. La petición de las fuerzas de izquierda de revisar los contratos de suministros bélicos a Riad sirvió también a la oposición para poner de manifiesto la tremenda hipocresía de estos partidos que, como señaló el líder de Ciudadanos, solo se preocupan de los derechos humanos "en función de qué ideología comete o no crímenes de lesa humanidad". Rivera aprovechó también para exigir a Sánchez que se reúna con los disidentes al castrismo en su próxima visita oficial a Cuba y que no siga las directrices vergonzosas de su correligionario, José Luis Rodríguez Zapatero, sobre Venezuela, cuyo régimen asesina también a opositores sin que los socios bolivarianos del Gobierno digan una sola palabra como sí hacen con las violaciones de derechos en la Península Arábiga.
La izquierda política y mediática ha salido en tromba para acusar de desleal, no al presidente del Ejecutivo que transige con los golpistas y gobierna con extremistas bolivarianos, sino a quien se atreve a denunciar en sede parlamentaria esta intolerable complicidad del Gobierno de la Nación con sus enemigos declarados.
Las recias palabras de Pablo Casado denunciando la responsabilidad de los socialistas en el golpe de Estado parecen haber molestado mucho a Sánchez, que ha amenazado con romper relaciones con el líder de la oposición. Pero es de tal gravedad lo que está sucediendo en estos momentos en España, con un golpe de Estado en marcha y el vicepresidente bolivariano negociando los presupuestos por las cárceles catalanas con los cabecillas de la sedición, que mal haría su papel el líder de la oposición si no advirtiera de ese peligro y dirigiera contra Sánchez y los que le mantienen en el poder su dedo acusador.
El panorama político se agrava a medida que pasa el tiempo con Sánchez en La Moncloa. Como señalaba Rosa Díez en un reciente artículo, el presidente del Gobierno ha forjado una alianza política de la izquierda radical con el nacionalismo que reproduce al milímetro la estrategia de los socialistas en su intento golpista contra la II República en los años 30 del siglo pasado. Al igual que entonces, frente a las maniobras para el derrocamiento del régimen de socialistas y separatistas se alzan en solitario las fuerzas de centro-derecha en la defensa firme del orden constitucional.
Por más que le pese a Pedro Sánchez, la sesión parlamentaria de este miércoles demuestra que el PSOE en particular, y la izquierda en general, hegemónica en el panorama mediático, especialmente en las televisiones, sigue siendo el principal factor de inestabilidad de nuestra democracia y que ya únicamente es cosa de la derecha la defensa del orden legal.