La marcha de las organizaciones independentistas catalanas en el centro de Madrid este pasado fin de semana se convirtió en un fiasco mayúsculo dada la escasa asistencia de manifestantes, que ni siquiera la voluntariosa delegación del Gobierno de Sánchez pudo hacer llegar a veinte mil. Si lo que querían los separatistas era superar en número de asistentes a la concentración convocada por PP, Ciudadanos y VOX en la plaza de Colón, el batacazo entonces fue todavía mayor dada la diferencia, prácticamente abismal, de una y otra. La comparación de los testimonios gráficos de ambas manifestaciones hace innecesario insistir en ello.
Ahora bien, a pesar del fracaso de la algarada golpista, lo cierto es que el acto convocado en la capital de España reviste una extraordinaria gravedad, tanto por el mensaje que se quería lanzar como por la relevancia de las personalidades que estaban a pie de pancarta, encabezadas por el presidente de la Generalidad y parte de su Gobierno.
La marcha separatista no fue convocada con afán reivindicativo, sino para acusar de antidemocrático al Estado español y lanzar insidias contra la Justicia española. Se trata de un movimiento a la desesperada, cuando las últimas jornadas de la vista oral contra los cabecillas del Golpe de Estado del 1 de octubre, en las que han declarado los dirigentes de la policía autonómica catalana, acreditan todavía con más firmeza probatoria la posible existencia de varios delitos, incluido el de rebelión.
Los separatistas organizan sus algaradas, cada vez más penosas, para tratar de denigrar a los tribunales que juzgan a sus líderes. Vano esfuerzo cuando lo cierto es que el proceso en el Supremo, como puede ver cualquiera que siga la vista pública, se está desarrollando de manera ejemplar. Son los propios empleados de Puigdemont y Junqueras los que están tirando de la manta y dejándolos, a ellos y a sus principales colaboradores, con las vergüenzas al aire como personajes frívolos que se alzaron contra el orden Constitucional, aún a sabiendas de que su decisión iba a tensionar hasta el límite a la sociedad catalana y provocar las escenas de violencia que todos hemos visto hasta la saciedad.
Como era de esperar, la payasada separatista ha contado con el apoyo de podemitas, comunistas y proetarras, presentes también en todo acto destinado a denigrar a España. La congregación de fuerzas en torno a Torra este sábado en Madrid no es casual, sino fiel reflejo de la coalición que podría tomar de nuevo el poder en España a poco que a Pedro Sánchez le acompañen los resultados electorales el próximo 28 de abril.