Es cierto que el Gobierno andaluz, integrado por PP y Ciudadanos, está ofreciendo muy buenos resultados desde que se formó, hace algo más de dos años. En un plazo que no deja de ser muy breve, se han mejorado tantas cosas que Andalucía ha dejado de estar a la cola en muchos rankings positivos y abandonado la cabeza de otros negativos.
Además, es innegable que el pacto entre estos dos partidos ha funcionado con muchos menos problemas en Sevilla que en Madrid o en Murcia, está claro que Juan Marín no ha sido Ignacio Aguado y que la convivencia ha sido mucho menos problemática y, por tanto, más fructífera.
Así que lo ideal sería que ese Ejecutivo tuviese la estabilidad necesaria para completar la legislatura y seguir profundizando en esos cambios que tanto necesitaba Andalucía. Pero, como ocurre casi siempre en política, lo ideal se parece muy poco a lo real: la descomposición de Ciudadanos supone un riesgo evidente ante una izquierda que ya ha demostrado en Murcia y Madrid que es capaz de cualquier cosa por alcanzar el poder, y a esto se suma ahora la retirada de la tercera pata de ese equilibrio, con el anuncio de Vox de que no seguirá apoyando al Gobierno que encabeza Juan Manuel Moreno Bonilla.
Por muy buenas que sean las intenciones de los dos partidos que integran el pacto de gobierno, Andalucía no puede verse abocada a un año y medio de inestabilidad y a depender de la decencia personal de varios diputados de Ciudadanos que saben que su vida política tiene fecha de caducidad. Además, si se concreta la ruptura anunciada por Vox, ni siquiera podrán elaborarse unos nuevos Presupuestos para el año próximo.
Moreno debe convocar elecciones cuanto antes, y aunque eso aboque a los andaluces a una campaña muy larga –no podrían celebrarse hasta septiembre, porque la ley electoral andaluza prohíbe los comicios en julio y agosto–, también puede verse como una oportunidad para concretar reformas y proyectos en desarrollo para los que Vox ha anunciado que mantendrá su apoyo.
Un panorama más estable y a cuatro años vista sería muy bueno para Andalucía y los andaluces, pero además el momento es idóneo desde el punto de vista de los político: con el nefasto PSOE en retroceso en toda España y muy divido en la comunidad, partido en dos por un proceso de primarias en marcha de resultado incierto y que promete abrir grandes heridas en lugar de cerrarlas.
Por supuesto que una decisión así conlleva riesgos, pero, como se ha visto en Madrid hace dos semanas o como también ha demostrado el propio Sánchez en no pocas ocasiones, en política, para lograr los mayores éxitos se requiere de ciertas dosis de audacia. Una audacia que es lo que ahora Andalucía reclama y merece.