Mientras la infame izquierda que padecemos y la inmensa mayoría de medios se inventan revoluciones absurdas como la farsa sexista del pasado viernes, en este decimoquinto aniversario de la masacre del 11-M apenas se hablará del atentado terrorista más grave de nuestra historia.
15 años después de aquella matanza, en la que murieron asesinadas 192 personas y más de 2.000 resultaron heridas de gravedad, aún desconocemos quiénes pusieron las bombas y quién ordenó ese terrible atentado.
La obscena instrucción judicial del 11-M, llena de agujeros y graves contradicciones como hemos publicado los contados medios que tratamos de llegar a la verdad, culminó con unas sentencias vergonzosas que dieron carpetazo judicial al caso más importante de nuestra democracia, dejando abiertos todos los interrogantes sobre la forma en que se llevó a cabo la masacre y, sobre todo, su autoría.
Lo único que sabemos, quince años después, es que el 11-M fue un atentado perpetrado para cambiar la historia de España. Sus autores no sólo consiguieron su propósito; además desvelaron que bajo la imagen superficial de un país entonces pujante se escondía una sociedad débil y cobarde que, en contra de lo que gritaban las hordas callejeras agitadas por la izquierda tras el atentado, en realidad no quería saber. Lo demuestra el vacío, cuando no la persecución, de los escasos medios que nos comprometimos con la defensa de la dignidad de las víctimas en busca de una verdad, que la Justicia obvió a cambio de cerrar un caso con interrogantes de extraordinaria gravedad y terribles ramificaciones.
Década y media después, los atentados del 11-M siguen siendo un tema tabú que la clase política y los medios de comunicación prefieren mantener en el olvido. La consecuencia es que las víctimas de aquella matanza no recibirán en este 15 aniversario ni la milésima parte de la atención dedicada en los últimos días a la farsa ultrafeminista. Ambas circunstancias representan muy bien el estado actual de una sociedad que ha quedado al albur de los caprichos de la ultraizquierda y profundamente desfondada en lo moral.