Rajoy cometió un grave e insensato error político al guardar silencio ante el estruendo político y mediático causado por la publicación de los llamados "papeles de Barcenas", error del que sólo parcialmente ha salido con su tardía pero, en términos generales, brillante intervención de este jueves en el Senado. Bien es cierto que el alivio que su comparecencia ha causado entre las filas de su partido ha sido favorecido por una mediocre oposición que, con la excepción de Rosa Diez, se ha limitado a acusar al presidente del Gobierno genéricamente de mentir, a reprocharle el no haber comparecido antes y a pedirle, simplemente, que se marche.
Esto explica lamentablemente que Rajoy no haya afrontado, ni nadie le ha preguntado, algo tan decisivo como el hecho de que una persona al frente de la tesorería del PP haya sido capaz de amasar una fortuna como la que Barcenas tiene depositada en Suiza. Porque aun admitiendo que el ex tesorero obrara por su cuenta, para que determinados empresarios le pagaran era necesario que a cambio fueran favorecidos con contratos y subvenciones que no estaban en manos de Bárcenas dar, sino que dependían de cargos del PP en la Administración.
Al margen de la omisión esta cuestión, ciertamente trascendental, Rajoy ha hecho aseveraciones en sede parlamentaria que bien pueden y deben ser recordadas en el futuro, tal y como él mismo ha hecho este jueves con citas de lo que decía Rubalcaba en el pasado. Nos referimos a aquellas en las que ha asegurado que todos los sobresueldos percibidos por miembros del PP han sido legales, en blanco y trasladados a la contabilidad del partido. Aunque sea cierto, como él afirma, que los perceptores de estos complementos salariales deben declararlo a Hacienda a título individual, habrá que ver si el partido "lo reflejó en sus nóminas con sus correspondientes retenciones fiscales y a la seguridad social", tal y como textualmente afirmaba un pasado comunicado del PP.
Asimismo, y teniendo en cuenta lo taxativo que Rajoy ha sido a la hora de defender la "legalidad" de sus propias percepciones salariales, no se entiende por qué no ha desmentido de manera concreta el haber recibido esas retribuciones del partido cuando era ministro, circunstancia en la cual dichos complementos ya no serían legales.
Rajoy ha puesto la mano en el fuego, en definitiva, por la legalidad de la financiación de su partido; pero no se entiende cómo si el partido no recibía dinero negro, Bárcenas podía acumularlo en Suiza.
La Justicia hará su dictamen sobre el origen de ese dinero, pero Rajoy ha hecho bien en rebatir políticamente y en sede parlamentaria lo que considera "falsas acusaciones, falsas medias verdades y falsas interpretaciones de la media docena de verdades que se utiliza de cobertura para las falsedades". También hace bien en reconocer que se equivocó con Bárcenas y en señalar el tiempo que una persona normal tarda en desconfiar en quien ha depositado anteriormente su máxima confianza. Posiblemente sea un error pedir ahora su dimisión por su responsabilidad en este caso con las pocas certezas de las que disponemos. Pero, del mismo modo, sería obligado hacerlo si alguno de los extremos más importantes expuestos este jueves en el Parlamento resultara falso.