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Daniel Rodríguez Herrera

Microsoft: el auge y la caída

Muchos de los que cogimos manía a Microsoft estamos deseando su resurrección, precisamente porque ahora es el aspirante al trono, no el campeón.

Muchos de los que cogimos manía a Microsoft estamos deseando su resurrección, precisamente porque ahora es el aspirante al trono, no el campeón.

Windows 8 ha sido presentado y muchos ni se habrían enterado de no ser por la presencia de Pilar Rubio en el acto que tuvo lugar en Madrid. En los buenos tiempos esto no pasaba. El lanzamiento de un nuevo Windows no era el principal acontecimiento tecnológico del año, no. Dado que no sucedía más que cada cierto tiempo, era casi lo único digno de reseñar cada tres o cuatro años. Esta semana ya ha sido eclipsado por el lanzamiento de una nueva tableta de Apple. Y en cuanto Google presente un par de Nexus el lunes nos olvidaremos de Microsoft nuevamente. No, desde luego: eso en los viejos tiempos no pasaba. 

Y eso que Windows 8 supone, esta vez sí, un cambio brutal de enfoque. Tras ser criticada por llevar a los móviles el mismo interfaz de usuario que empleaba en los ordenadores en aquel Windows Mobile que hoy parece prehistórico, Microsoft ha decidido esta vez hacer lo contrario. Windows entonces era la principal marca de la industria, mientras que ahora Windows Phone apenas es una anécdota en el panorama móvil. Lo cual no significa que sea malo, ni mucho menos: yo mismo tengo un Lumia y la verdad es que, como interfaz, me parece superior a Android e iOS, aunque algunos detalles estén aún por pulir.

Para entender lo que le ha pasado a Microsoft, el mejor ejemplo es el de Internet Explorer. La compañía entonces de Bill Gates fue pillada con el pie cambiado por el nacimiento de internet. No por la invención de internet, que ya existía cuando Gates estaba en el colegio, sino por su puesta de largo de verdad, cuando fue abierta a las empresas privadas y nos empezamos a conectar todos. Pero se dio cuenta de su error y reaccionó rápidamente, mostrando una gran cintura y mejor músculo ingenieril. Las dos primeras versiones de Internet Explorer eran una filfa, pero la tercera empezó a estar a la altura, la cuarta ya era mejor que Netscape y para cuando Internet Explorer 6.0 llegó a nuestros ordenadores casi nadie se acordaba de sus rivales.

El dominio era total, y Microsoft se durmió en los laureles. Pensó que todo seguiría igual. Se estancó. Pero nada sigue igual, y menos en un mundillo como el de la tecnología y la informática. De modo que primero perdió a los usuarios más avanzados en beneficio de Firefox. Le entró miedo, y después de cinco años sin hacer nada se desperezó lo suficiente para lanzar una séptima versión, que siguió sin estar a la altura de su rival. Y cuando Google lanzó Chrome se encontró frente a un rival tecnológicamente superior y con una capacidad de promocionar su navegador que estaba a su altura. Cuatro años después, algunas estadísticas ya indican que el producto de Google está por encima de Explorer.

Y no es que Internet Explorer 9, su última versión, sea malo, ni mucho menos. Pero la marca ya está tocada. Por muy injusto que resulte, usar el navegador de Microsoft se ve como algo propio de analfabeto informático, como tener una dirección de correo de Hotmail (por cierto, sí, también propiedad de Microsoft) en lugar de Gmail.

Al final, con tanto bombo que tuvieron, y tan necesarias que algunos creímos que eran, de nada han servido las actuaciones de las autoridades antimonopolio. Ha sido el propio mercado el que ha puesto nuevas tecnologías en manos de los consumidores y nuevos competidores a la altura del monstruo. La competencia y la libertad que ya acabaron con la posición dominante de IBM hicieron lo propio con Microsoft, y lo harán con Apple y Google cuando toque. IBM se reinventó y ahora es una exitosa empresa de servicios, y Microsoft podría transformarse también y volver a tener éxito, aunque seguramente, como le sucedió al gigante azul, jamás volverá a tener una posición tal que le ponga en la diana de las autoridades antimonopolio, esas que parecen estar vigilando en busca de alguien con demasiado éxito para sus burocráticos ojos.

Así las cosas, muchos de los que cogimos manía a Microsoft en su momento estamos deseando su resurrección, precisamente porque ahora es el aspirante al trono, no el vigente campeón. La tableta Surface tiene buena pinta, y la idea de usar la funda como teclado me parece brillante. Y Windows Phone está muy bien. De verdad de la buena.

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