En 1981, ocho F-16 y seis F-15 de las Fuerzas Aéreas Israelíes despegaron de la base de Etzion y recorrieron 1.100 kilómetros atravesando Jordania y Arabia Saudí para bombardear la central nuclear de Osirak, construida por Francia y que Sadam Husein pretendía usar para fabricar bombas nucleares. Muchos, mientras se escandalizan públicamente ante esa posibilidad, en secreto desean que Israel tenga un plan similar para las instalaciones iraníes de Natanz y Bushehr.
Pero no llega. Sin embargo, en julio el Financial Times apuntaba a un posible sabotaje de las agencias de inteligencia occidentales. En el último año han dejado de funcionar un 20% de las centrifugadoras, y las que quedaban casi no funcionaban. Aunque no está claro que la razón fuera una acción deliberada desde fuera del país, sí parecía claro que algo no iba bien en el programa iraní.
Hace pocos días se ha descubierto un nuevo virus informático al que se ha llamado Stuxnet. Pues vaya noticia, dirá usted, si es imposible contar las amenazas para nuestros ordenadores que aparecen diariamente. Pero este nuevo ingenio maléfico ha dejado sorprendido a los expertos. Su código es complejo, muy extenso y aunque se contagia a los PC con Windows, como es lo tradicional, su objetivo no es hacerse con el control de nuestro ordenador para robar información o emplearlo para enviar correo basura a mansalva. No: su intención es mucho más específica y aterradora.
Las instalaciones industriales de las que depende nuestra civilización –centrales energéticas, fábricas, redes eléctricas o de telecomunicación y, en definitiva, todo– están controladas por dispositivos electrónicos. Y la mayoría de ellos son programables y muchos son accesibles desde ordenadores normales y corrientes. Lo cierto es que estas computadoras no suelen estar conectadas a internet, pero eso no significa que no sean vulnerables. ¿Recuerdan los primeros virus, allá por los años 80 y 90? No se distribuían por ninguna red, sino en disquetes. Del mismo modo, Stuxnet lo hacía por las llaves USB, que son los discos de ahora.
El caso es que este virus estaba diseñado para actuar contra unos dispositivos industriales específicos y activarse ante un evento que los expertos aún no han descifrado del todo, sustituyendo el código del aparato por otro distinto. Imagine las posibilidades. Hacer que las depuradoras envenenen el agua. Provocar un accidente nuclear. Forzar un apagón masivo, quizá sincronizado con un ataque militar.
Ya hay cura para Stuxnet. No se sabe aún qué ha hecho. Pero casi el 60% de los ordenadores infectados está en Irán. Y las plantas nucleares iraníes emplean dispositivos vulnerables al virus. Israel tiene un programa de más de una década de antigüedad especializado en ataques informáticos, y en concreto ataques a infraestructuras clave.
El miedo, no obstante, es que Stuxnet es sólo el primero. Es muy complejo crear un virus de este tipo, y de hecho muchos expertos creen que sólo un grupo con los recursos de un Gobierno a su disposición podría hacerlo; lo cierto es que cualquier organización bien financiada, sea pública o privada, podría haberlo logrado. O podrá hacerlo en el futuro.