Con la muerte de Steve Jobs acabó la capacidad de la mayor empresa tecnológica del mundo de ocultar las novedades que tiene en marcha. Si comparan la información que recopilaba los rumores previos a la presentación y las características del iPhone 5, verán que los periodistas lo han clavado. Algo que ya había sucedido con el nuevo iPad, cuya única sorpresa fue que no se llamara iPad 3. Parece que ese será el tenor a partir de ahora. ¿Las razones? Que Tim Cook no es tan maniático con el secretismo y que, como cabía temer, tampoco es mucho lo que puede hacer Apple para sorprendernos.
No tengo ninguna duda de que las ventas del iPhone 5 batirán récords. Pero se palpa en general, incluso entre los fanáticos de la marca, cierto aire de decepción. Al fin y al cabo, el iPhone 4S era una actualización del modelo anterior, y aquí se esperaba algo distinto, al menos algo tan distinto como el iPhone 4 lo fue del 3GS. Pero el diseño es muy similar, y aunque el cambio de formato de la pantalla supone un cambio notable, el aspecto del teléfono sigue siendo básicamente el mismo.
Pero habrá que irse acostumbrando. Con el tiempo nos hemos ido dando cuenta de que en todos estos años Apple sólo ha hecho cuatro anuncios realmente importantes: los modelos originales del Mac, el iPod, el iPhone y el iPad. Lo demás han sido bien evoluciones, más o menos rápidas, más o menos acertadas, bien nuevos productos que han fracasado o no han sido para tanto. Y si han parecido otra cosa ha sido por la extraordinaria capacidad de Jobs de crear expectación. No es una crítica, entiéndanme. Eso es más de lo que ha conseguido ninguna otra compañía tecnológica de la historia, con la excepción de IBM. Pero esperar una revolución cada vez que Apple presenta productos es muy poco realista.
Escribí cuando Jobs dejó Apple poco antes de su muerte que la compañía lo tendría complicado en el medio plazo. Su papel es el de ofrecer productos sencillos, caros y de calidad, con un toque de diseño que los haga especiales para el cliente. Pero, a no ser que vuelva a reinventar la rueda, como hizo en cuatro ocasiones con Steve Jobs al frente, su futuro consiste en situarse como empresa líder, sí, pero en segundo plano en comparación con la suma de fabricantes Android y Windows, que son y serán legión.
En cualquier caso, tampoco crean a los agoreros que dicen que si Apple ya no es el líder, que el iPhone 5 no lidera el mercado, y que el hecho de que no incluya el chip NFC de pago por móvil lo sitúa a la cola en innovación. Guste o no, tal y como están las cosas, el iPhone 5 será el teléfono más vendido y NFC se popularizará cuando Apple decida adoptarlo. Por ahora, sigue siendo el rey.