Hace cincuenta años, el 8 de junio de 1954, se suicidaba Alan Turing, envenenado tras morder una manzana impregnada con cianuro. Algunos intentaron montar conspiraciones con esa muerte y su madre siempre aseguró que fue un accidente, pero la explicación oficial de suicidio parece la más plausible. Dos años antes, Turing había sido condenado por su condición homosexual y para evitar la cárcel aceptó ser sometido a una terapia con estrógenos para controlar su libido. Se cree que las consecuencias físicas y anímicas de ese terrible tratamiento fueron las que le llevaron a tomar la decisión última. Pero hasta el día de su muerte fue un científico notable, uno de los pioneros de la informática.
Su principal aportación a los fundamentos teóricos de la informática es la máquina de Turing, un artefacto que jamás fue construido porque no era más que un modelo matemático abstracto. Esta máquina es la más sencilla con la que se puede implementar cualquier algoritmo (la base de cualquier programa), aunque implementarlo con una máquina de Turing construida de verdad sería tremendamente ineficiente.
Otro hallazgo, quizá el más discutido, es el llamado test de Turing, que serviría para saber cuando una máquina es capaz de hablar, algo que consideraba más mensurable que el saber si el ordenador piensa. Consistiría en que un humano entablara conversación con otros dos entes: uno sería otro humano y el tercero una máquina. Ésta pasaría la prueba si el juez no es capaz de discernir cual es cual. Incluso el mismo año de su muerte diseñó un programa capaz de jugar al ajedrez pero, al no disponer de una máquina suficientemente potente como para ejecutarlo, decidió adoptar él mismo el papel de la computadora tardando media hora por cada movimiento. Eso sí, perdió en su única partida.
No obstante, su trabajo más conocido para el público general es el que desarrolló en Betchley Park decodificando los mensajes alemanes para el gobierno británico durante la segunda guerra mundial. El primero en lograr descifrar los envíos codificados con las máquinas Enigma, empleadas por los nazis, fue el polaco Marian Rejewski. No obstante, el método empleado era bastante ineficiente, aunque fue la base empleada por Turing para construir "Colossus", que descifraba los mensajes buscando palabras que los analistas suponían que estarían incluidas en el texto de los mismos. Este logro científico está considerado por muchos historiadores como una de las claves del triunfo aliado.
Aún así, tras la guerra el gobierno del país que él había ayudado a salvar decidió apartarle primero y vigilarle después por considerar su homosexualidad un riesgo para la seguridad de la nación. Qué mal se paga en ocasiones a los grandes.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.