Será la Liga de Messi, la del nuevo capitán, la primera con la estrella argentina como jefe en el campo, como máximo exponente. Será la Liga 26, la octava en 11 años, la Liga de Ter Stegen, excelso en la meta, el campeonato de Suárez, menos estelar pero siempre fiel al gol. Será la Liga de Rakitic, de Piqué, en una forma extraordinaria todo el año. Pero también será su Liga, aunque esté fuera de los focos, retirado del protagonismo. Aunque él lo quiera así, y prefiera estar en un segundo plano, ésta también es la Liga del "Txingurri". Es la Liga de Ernesto Valverde.
El extremeño consigue su segundo campeonato consecutivo, el torneo más deseado por un currante, por el tipo que da el callo todos los días, por la gente que exige rendimiento diario. La Liga es menos que la Champions, te da menos visibilidad, pero es el torneo que te consagra como el mejor del año, sin margen a una racha mala, a muchos descuidos en partidos determinados. La Champions te da la gloria, la consagración como mejor equipo europeo. La Liga te da menos, pero te otorga la satisfacción de nueve meses luchando contra viento y marea. Es el premio a la continuidad.
Valverde llegó en verano de 2017 y, a las primeras de cambio, las tornas se le giraron. Muchos creían que en su contra. Hubo quién catalogó la marcha de Neymar como un duro golpe. Valverde demostró que no era para tanto, que lo que se calificaba casi como un sacrilegio, él lo veía como un cambio de planes. Más que nada, como el cambio de planes que a él le interesaba. Pudo sostener mejor su sistema clásico de 4-4-2, el más utilizado en su época en el banquillo. No le hacía falta Neymar, más si cabe, si había sido el brasileño el que había deseado irse.
Optó el técnico por Dembele, pero se lesionó muy pronto, en Getafe recién iniciado el curso. Ahí fue cuando giró el sistema hacia su deseo, el situar por detrás de Messi y Suárez a dos centrocampistas, olvidando el juego de tres delanteros. Ahí fue cuando Valverde empezó a tomar de verdad el mando, a hacer lo que a él más le gustaba. Dotó al equipo de más sacrificio con Busquets, Rakitic, Iniesta y Paulinho. Rotando al brasileño con Sergi Roberto o con Andre Gomes, muy desaprovechado quizá, pero apareciendo el año pasado en los partidos más trascendentales.
Con eso fue tirando el Barça, mientras se recuperaba Dembele. Con matices varios, pero fue liderando la Liga hasta acabar con el Madrid allá por diciembre, antes de navidad. Llegó Coutinho y Valverde fue metiéndole poco a poco en el equipo, pero el ex del Liverpool no podía jugar Champions. Quizá eso, la relajación y una noche nefasta hicieron que aquel 10 de abril, en Roma, fuera el peor día como técnico blaugrana. A pesar de la decepción, llegaron Copa y Liga y este año Supercopa y Liga. En este mes de mayo puede llegar la Copa y, es el deseo de todos los culés, la Champions, pero el legado ya está hecho. Tiene dos años más de contrato el tipo que, parecía, iba a tirar la toalla en junio.
Ernesto Valverde ha esbozado un trabajo casi perfecto. Este año se ha visto la mejor versión de Piqué, Arturo Vidal es otro al que vino, insiste con Dembele y le acabará recuperando, Rakitic ha mostrado la mejor versión y hasta Coutinho se ha olvidado de miedos y recupera, poco a poco, los retazos de jugador que fue en el Liverpool. La perfección absoluta hubiera consistido en hacerle ver a Umtiti que una operación hubiera sido mejor en un momento determinado. O no optar por Boateng como delantero suplentísimo en caso de urgencia. Había otros en el mercado más convenientes, aspectos en todo caso, más cercanos a la dirección deportiva del club.
Pero ha mantenido el tipo. Con nota. Valverde ha sacado un notable alto. Sin miedos, sin remover tanto a la prensa, sin malas formas. Llegó y se dio de bruces con el caso Neymar y con un baño antológico en la Supercopa de España de aquel Madrid de Zidane que amenazaba con una era distinta. Cambió el rumbo del estilo del Barcelona, haciendo ver que se puede jugar a otra cosa. Es el triunfo de un ego silencioso, no apto para conspiradores. Es Valverde y es un técnico gestor de vestuario. Lo que más hace falta en un club de este estilo.