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Daniel Blanco

La soledad de Luis Enrique

Luis Enrique muere con sus ideas y esto provoca reticencias en la prensa, jugadores y directivos, pero los resultados están ahí.

Luis Enrique muere con sus ideas y esto provoca reticencias en la prensa, jugadores y directivos, pero los resultados están ahí.

Decía el otro día Juanma Rodríguez en Futbol es Radio que Luis Enrique parece que tiene cincuenta Tasottis delante, cada vez que se enfrenta a una rueda de prensa. Delante de él medio centenar de periodistas como si fueran cincuenta figuras que recordaran al defensa italiano, desgraciadamente famoso en España por el codazo al asturiano en su época de jugador, en aquellos cuartos de final del Mundial de Italia. Luis Enrique estalla de ira cada vez que juega con la prensa, cada vez que disputa un partido ante ellos. Nunca le hemos gustado y está en territorio enemigo

Tiene el técnico azulgrana un carácter complicado. Arrogante, seco, rotundo, lejano. Nada que haga entrever que la sesión de preguntas y respuestas se haga amable. Se hará de todo menos afable, amena. Será una dura tortura para el periodista. También lo debe ser para él. Pero su rictus serio nunca denotará que lo está pasando mal. Con esta premisa, ya sabían los compañeros que cubren habitualmente la información del Barcelona con lo que se iban a encontrar. Estaba claro. Siempre fue así fuera de la cancha, como jugador y ahora como técnico. Fue un tipo duro y con carácter en el terreno de juego y lo es fuera.

Es verdad que esa forma de ser le hace fuerte en su trabajo de entrenador. A nadie le pillará por sorpresa el asturiano en sus formas. Se le ve venir y eso para el futbolista es bueno, te esperas la forma de reaccionar. Luis Enrique es claro y eso al jugador le gusta más que le disgusta. Nunca escondió sus formas como entrenador que le acarrearon problemas por no ser diplomático en su trabajo. Ni en Roma cuando sentó varios partidos a Francesco Totti, el gran capitán y no le importó a pesar de que todos los diarios abrieron sus páginas aquellos días con la "temeridad" del español por hacer lo que estaba haciendo. Allí conocían mucho a Totti pero se ve que no sabían quién era Luis Enrique.

Esta temporada en el Barcelona sentó las bases de cómo iba a ser su equipo a partir de la premisa de que las rotaciones no se negociaban. Iba a haberlas y las está habiendo escrupulosamente toda la temporada hasta el punto que el Barcelona está muy fino físicamente en abril por la alta movilidad del equipo por parte de Lucho. Se le puede decir, y es verdad, que a veces se le ha ido la mano a la hora de realizar cambios o a la hora de permitir cosas que no deberían permitirse. Como en el mes de enero que le concedió a Neymar y a Messi un permiso que no concedió a otros para alargar sus vacaciones. Eso le empezó a condenar para algunos. Para otros le está condenando la relación inexistente, dicen, con las dos estrellas. Nunca ha sido un astro el asturiano, ni le han gustado los egos.

Pero con sus filias, sus fobias, su saber estar o su no saber estar. Su controvertida o eficiente manera de llevar el vestuario, no se le pueden negar a Luis Enrique aspectos que ha traido a este equipo. Por ejemplo que el Barcelona de este año es el que mejor defiende el balón parado en años y el que mejor defiende en la zona de atrás en mucho tiempo. Ni el de Guardiola porque al técnico de Sampedor le gustaba defender desde arriba sin darle importancia al orden. Luis Enrique defiende muy bien las situaciones en ataque estático del contrario y eso no es fácil inculcárselo a unos jugadores que no estaban acostumbrados a eso.

Por cambiar, ha cambiado hasta el estilo. El Barcelona, sin descartar la forma de jugar que ha creado escuela siempre en la ciudad Condal, no desprecia el contragolpe, no le hace ascos al balón parado para solucionar un partido. No deshecha el control de juego y contemporizar. Hace los partidos más vibrantes. Que eso triunfe, sólo lo dirá el tiempo

El 31 de mayo, quizá el 7 de junio, se valorará el trabajo de Luis Enrique. Se valorará por títulos, claro, como no puede ser de otra forma en un equipo grande. Si se gana, quedará un año fantástico en el que el estilo se habrá impuesto a las formas o al ambiente. Si no se gana nada, todo lo extradeportivo se volverá en contra del asturiano que, en su soledad más insoportable, será fulminado por el entrenador de turno que venga bajo el brazo del nuevo presidente. Así es esto.

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