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Copa del Rey

Daniel Blanco

Final de Copa 2013: el día que el Atlético volvió para quedarse

El gol de Cristiano parecía que repetía el guión de siempre, pero aquella noche fue distinta.

El gol de Cristiano parecía que repetía el guión de siempre, pero aquella noche fue distinta.
El gol de Miranda tumbó al Madrid | EFE

El 17 de mayo de 2014, el Atlético de Madrid se plantaba en el Camp Nou para plasmar en 90 minutos lo que merecía toda la temporada, ser campeón. Lo podía haber sido mucho antes pero dos partidos malos (Levante y Málaga) le habían privado de hacerlo matemáticamente antes de viajar al recinto de su rival aquel año. Con tres puntos de diferencia, una victoria blaugrana le daría el campeonato a un conjunto gris esa liga pero que, cosas del fútbol, llegaba con las opciones intactas. Un empate le bastaba al Atlético para campeonar y lo hizo con aquel gol de Godín y un excepcional planteamiento en la segunda parte.

El Atlético consiguió el título, pero perdió a Arda y Diego Costa al comienzo del envite y ninguno de los dos pudo estar una semana después en Lisboa en aquella mítica final de Champions ante el eterno rival, el Real Madrid. Porque Costa, aunque estuvo en presencia, tuvo que retirarse a los diez minutos del partido y nunca estuvo de lleno en aquella final. Esa semana fue agridulce para el equipo atlético. El subidón de la Liga y el bajón por la pérdida europea. Pero fue la semana de ratificación de un proyecto que, sin embargo, no comenzó a fraguarse aquella temporada. Todo comenzó un año antes de ser campeón en el Camp Nou.

También un 17 de mayo, pero de 2013, el Atlético de Madrid visitaba el Bernabéu para una final de Copa que muchos veían como imposible ante el Real Madrid. Se juntaba todo. Los catorce años sin ganar un derbi, la premura que tenían los blancos por ganar un título aquel año. Se citaban en el recinto de la Castellana David contra Goliath, el dominador en la ciudad frente al aspirante. Pero esa noche algo cambió.

Simeone les tuvo recluidos todo el día en Los Angeles de San Rafael. La tarde anterior, en la rueda de prensa, el técnico argentino decía claramente. "El favorito es uno. Son mejores en todo, pero en el fútbol hay que intentarlo". El mundo atlético se ilusionó de repente con aquellas palabras, vacías en cierto sentido porque la afirmación no tiene nada de innovador. Simeone estaba diciendo, entre líneas, que aquella podía ser la gran noche.

Cuentan que el aspecto motivacional no paró en todo el día. Era un viernes, fecha rara para un partido de fútbol y fecha muy extraña para una final de este calibre. Es verdad que las plantillas distaban mucho entre ellas, pero no es menos cierto que un derbi siempre fue un partido especial. Aquel día el Madrid encontró, por fin, rival digno.

Del partido quedan muchas cosas. Cómo el Madrid se adelantó y pudo minar la moral atlética. Fue pronto, en el minuto 13, gol de Cristiano. La noche empezaba igual que las últimas entre estos dos equipos. Pero ese día los rojiblancos no se hundieron. Jugaron mejor hasta el descanso y encontraron premio con el gol de Diego Costa. De ese tanto queda la maniobra de Falcao ante Albiol y la rabia del hispano brasileño al celebrar el empate. Esto no era como nos lo habían pintado.

En la segunda hubo opciones para los dos, más para el Madrid, pero la prórroga abría un escenario ilusionante para los atléticos. Estaban compitiendo más. La adrenalina subió con el gol de Miranda y con aquel pase de Koke. Simeone decía desde la banda y parecía fácil; "sólo hay que aguantar". Lo hizo su equipo sosteniendo los embistes de un gran Madrid que mereció empatar. Pero la noche era atlética.

Se dijo siempre y se recordará que la temporada siguiente fue mejor en sensaciones y en títulos. La Liga y la final de Champions superan a una Copa. Pero no muchas cosas superan a una Copa ganada al vecino, siempre por delante en casi todo. Ese mayo de 2013 empezó el Atlético a ponerse a la altura de los dos portaviones, a mirarles a la cara y esa sensación no se ha ido a día de hoy. Esa noche se lo creyó el equipo y se lo creyó la gente, tan reacia a la orilla del río a creerse nada en esos tiempos.

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