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Cristina Losada

Violencia en el relato

Todo lo que hagan los separatistas no es violencia y todo lo que hagan los que no son separatistas es violencia.

Todo lo que hagan los separatistas no es violencia y todo lo que hagan los que no son separatistas es violencia.
Europa Press

Pronto habrá que hacer una lista de todo lo que no es violencia para el separatismo catalán. No obstante, existe ya experiencia suficiente como para describir cuál es el criterio que emplean para decidir qué entra en la no violencia y qué en la violencia. Es éste: todo lo que hagan los separatistas no es violencia y todo lo que hagan los que no son separatistas es violencia. La violencia o no violencia se determina, por lo tanto, no en función de qué se hace, sino en función de quién lo hace. Si los autores son separatistas, todo es pacífico y hasta pacifista. Cuando digo todo, es todo: todo lo que han hecho, todo lo que hacen y todo lo que harán. Porque esta definición de violencia abarca cualquier acto futuro, por su propia lógica. Después de establecer que los separatistas son ontológicamente pacíficos e incompatibles con el ejercicio de la violencia, todo lo demás sólo opera como confirmación.

La otra parte del asunto presenta la misma desfachatez. Como consideran violencia todo lo que se haga en contra del separatismo, cualquier actuación –quitar unos lazos amarillos, borrar unas pintadas amenazantes, celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona– será violencia. Cuando es el Estado porque es el Estado y cuando son los individuos porque no son separatistas. De manera que nos podemos ahorrar el trabajo de hacer el listado, que, además, es conocido. Incluso nos podemos ahorrar el esfuerzo de debatir con el separatismo catalán sobre la violencia o no violencia de sus acciones. Su posición en este punto, como en otros, está en regiones donde la persuasión no puede entrar, como dijo, respecto de otra religión política, Arthur Koestler. Aunque persiste la duda de si se atrincheran en el engaño por convicción profunda o por lo contrario.

Uno puede ver estos días cómo los agitadores del independentismo anuncian esa modalidad de violencia que no es violencia de cara a la reunión del Consejo de Ministros el viernes en Barcelona. El vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri, por ejemplo, ha ofrecido la versión más completa del criterio mencionado: "Nosotros no somos quienes debemos garantizar el pacifismo [de las movilizaciones convocadas contra la reunión] porque siempre nos hemos manifestado sin ningún incidente". Esto es: como los separatistas son pacíficos per se, no tienen que hacer nada para evitar la violencia durante las protestas, lo cual significa que la habrá, pero no será obra de los separatistas. Es un bucle fantástico. Más fabuloso aún si se tiene en cuenta que los carteles que distribuye Òmnium para convocar protestas el 21-D llevan este llamamiento: "Tumbemos al régimen". En la neolengua separatista quiere decir "Paz y flores".

Una vez inventada la violencia pacífica, que es la que ha ejercido hasta ahora, el separatismo catalán ha descubierto otra que tampoco tiene que ver con los hechos. Es lo que la concejal de la CUP en Barcelona Eulàlia Reguant, entre otros, ha llamado "la violencia en el relato". ¿Qué es la violencia en el relato? Seguro que se trata de una violencia posmoderna, puesto que en el posmodernismo todo es relato. Pero exactamente parece consistir en la existencia de un relato que atribuye violencia a los que no son violentos, como los CDR y otras gentes de paz. La violencia en el relato es el derivado natural del criterio que venía comentando. Como todo invento, éste también se puede usar para el bien y para el mal. Así, cuando el próximo viernes las fuerzas de seguridad tengan que intervenir para calmar las ansias de paz de los separatistas convocados a tumbar al régimen y Torra y compañía clamen contra la supuesta violencia policial, se les podrá decir que sólo ha habido violencia en el relato. En el suyo.

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