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Cristina Losada

V de varapalo

Podía haber ido el líder nacional a acompañar a Mañueco haciendo el signo de la victoria, pero le dejaron solo. ¿No era una victoria tan espléndida?

Podía haber ido el líder nacional a acompañar a Mañueco haciendo el signo de la victoria, pero le dejaron solo. ¿No era una victoria tan espléndida?
Alfonso Fernández Mañueco, en su comparecencia de la noche electoral. | EFE

Cuando Mañueco compareció haciendo el signo de la victoria con las dos manos, seguro que estaba pensando en el personaje que popularizó aquel gesto, el único e inimitable sir Winston Churchill. Porque Churchill, entre las muchas frases que dejó, aparte de las que se le atribuyen, tiene aquella de:

La política es la capacidad para predecir lo que va a ocurrir mañana, la semana que viene, el próximo mes y el próximo año, y es la capacidad de explicar, después, por qué no ha ocurrido lo que se predijo.

Ahí anda el PP, tratando de hacer frente al hecho de que no ocurrió lo que predijo, lo que esperaba y lo que quería cuando, por el artículo 33, anticipó las elecciones en Castilla y León, alegando que sus socios de Gobierno y sus adversarios se habían conjurado para descabalgarlo con una traicionera moción de censura. O algo parecido. Si Napoleón decía que empezaba esperando lo peor, Mañueco y Casado empezaron esperando lo mejor, como si las elecciones fueran a ser un paseo militar que trajera de vuelta las glorias pasadas de un partido que obtenía, en la década anterior, en la región, mayorías absolutísimas. Pero el pasado no volvió, y lo que se demostraría finalmente es que la conjura más peligrosa que había era la del PP contra sí mismo.

No han de tener en el PP las habilidades que decía Churchill, porque no intentan explicar por qué no ocurrió lo que esperaba. Borrón y cuenta nueva. No se reconoce el fracaso en alcanzar el objetivo marcado, y así nadie es responsable del fiasco. Ni el que ejecutó la maniobra ni los que dieron luz verde. Todos siguen en su sitio, y de dimisión ni se habla. ¿Cómo dimitir, si ha ganado? La cuestión es qué ha ganado exactamente Mañueco, aparte de dos escaños más, que le dejan bien lejos de su meta. ¿Es ganancia que en lugar de negociar con Ciudadanos, como en 2019, tenga que negociar con Vox, con quien no quería gobernar?

Cuando la plana mayor del partido tiene que salir, en tromba, a proclamar que ha ganado y que el gran derrotado es Sánchez, reencarnado en el pobre Tudanca, algo falla en ese triunfo. Se queja García Egea de que las victorias tienen muchos padres y las derrotas son huérfanas. De que los grandes triunfos se atribuyen a los candidatos regionales y las pérdidas, en cambio, se le anotan al líder nacional. Vaya novedad. Para disimular, podía haber ido el líder nacional a acompañar a Mañueco haciendo el signo de la victoria, pero le dejaron solo. ¿No era una victoria tan espléndida? Egea dice que sí, que el PP va "de victoria en victoria". Como sean de este tipo, va a ir de una a otra hasta la derrota final.

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