El caso del posible tráfico de sobres con dinero negro en Génova, 13 suscitó una curiosa primera reacción entre los afectados. El tono lo puso la secretaria general con su "A mí no me consta tal cosa", y lo remachó la vicepresidenta del Gobierno con su "Ni vi ni se me ofrecieron". Lo llamativo de esas palabras no era que afirmasen que ninguna de ellas supiera nada de dichos sobres; era que no negaran que hubiera existido tan irregular procedimiento. Ignoro si las dos dirigentes recurrieron a la reserva mental y sin mentir del todo evitaron decir toda la verdad. Sea como fuere, dejaron en el aire un turbador interrogante. Tras escucharlas, de los misteriosos sobres podía decirse lo mismo que de las meigas, que nadie las ha visto pero haberlas, haylas. Esto es, en el asunto de los sobres, que los hubo. Antes.
Donde Cospedal y Santamaría no vieron, otros vieron pero no hicieron. A juzgar por las noticias, hay tanta gente que vio circular aquellos sobres por la sede popular como gente que no recibió ninguno, y como gente que no consideró apropiado denunciarlo. Las filtraciones sitúan el origen de los sobres opacos en la edad de piedra del Partido Popular e implican en el tinglado a tres de sus secretarios generales. Uno de estos ex, Álvarez Cascos, acaba de asegurar que todo cuanto cobró lo declaró a Hacienda. Así, también él se proclama libre de mancha a título personal, pero del resto no responde. Ni responde a la pregunta de si era costumbre dar esos aguinaldos en su época. Como Cascos ya está fuera del PP, no se le puede exigir lo mismo que a los que siguen dentro.
Un partido no es sólo lo que es, sino también lo que ha sido. Tiene una historia, que cada nueva cúpula asume, mientras no manifieste lo contrario. Aunque los sobresueldos opacos fueran cosa de los de antes, no pueden los actuales dirigentes lanzar la pelota hacia atrás, como si el affaire no fuera con ellos. Si acabaron con las malas prácticas, no acabaron, en cambio, con la mala práctica de ocultarlas. Ahora, para la opinión pública y para sus votantes, la sospecha no se cierne sobre fulano ni mengano, tal secretario general o cuál tesorero, sino sobre el Partido Popular y, por ende, sobre el Gobierno que sustenta. Difícilmente se disiparán esas sospechas con auditorías de cuentas, aunque se remonten a 1988. Hasta el menos versado en negocios turbios se dirá que así no se puede encontrar la caja negra.